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CA MUECA MA EY MUAY MUY) LE E o. CAPÍTULO IX Una confesión que avergilenza sin provecho y otra provechosa que dignifica | GRADABLEMENTE sorprendida recibió una mañana doña | IN Brígida la visita del gran caritativo señor D. Roque 2) Saunier. Cierto que la caridad ya la esperaba, pues es- tábamos á 2, y el buen señor había prometido enviar su limosna los primeros días de cada mes. Después de un breve preámbulo de cortesías y saludos, Saunier fué el primero en nombrar con el más vivo interés á la desgraciada enferma. —¡Oh!—contestó D.* Brigida— gracias á V. después de Dios, se va consiguiendo todo, todo. Ya la niña está bautizada, ella se cui- da aunque la pobre padece tanto y tantas cosas á la vez, que ya nunca estará bien. El doctor ha dicho que es tísica, que tiene asma, que está cardiaca, y qué se yo. La pobrecilla está como una caña rota, y levantada no podía sostenerse ni aún con muletas. Parece que tiene dentro una lima en ejercicio que le desgasta la vida. Pero de todos modos atiende ahora á razones, y con la esperanza de que Dios le traerá á Martínez, es ya buena y no habla de suici- darse. —¡Alabado sea Dios! —Levantando al cielo las manos juntas. —Y-o sin saber lo que me decía le prometí que lo movería todo para encontrar á ese señor, que será su marido, ó qué se yo, pero era por aquietarla, pues la pobre señora se exaltaba tanto que me daba miedo. V. que anda más y trata más gente ¿podría distraerse ETA DAA
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