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470 Historia de una Cubana calla; y sólo puede admitirse como una confesión implicita de vues- tra culpabilidad. ¡Elisa!, lo habéis perdido todo... todo lo que pue- de perder una mujer en esta vida. Sólo os queda la demencia del amor para haceros perder también el alma en la otra. Y no os em- peñéis en salir de aquí; no lo conseguiréis. Me habéis dicho amiga. Pues bien. Si es obra de misericordia dar de comer al hambriento y vestir al desnudo, es mucho mayor desnudar de sus errores á las cabezas llenas, sí señor, corregir al que yerra: y mayor, mucho mayor, poner hierros, grillos, esposas, argollas y cadenas al que se obstina en precipitarse hasta el fondo del abismo eterno. ¡Pues no faltaba más! Y la mujer se erguía. Cuando le dió el toque sobre la otra vida, apareció en los labios de Elisa una sonrisa incrédula. —¡Jesús! exclamó D.” Brígida asustada. Pero no hubiera teni- do ni de qué extrañarse al saber la primitiva educación. Elisa había empezado y concluido en el bautismo todos los Sa- cramentos. Ni siquiera estaba confirmada. Hija de un padre á quien había oído muchas veces decir entre amigos que se avergon- zaba de haber sido tan débil, permitiendo que bautizasen á su hija, pero que no tenía culpa, pues lo había dejado por fuerza, por las instancias machaconas de la madrina, prima de su esposa y tan tonta como ella; ya se comprenderá que en materia de religión no sólo estaría atrasadísima, sino que no había aún dado un paso. Todo lo contrario. En el Colegio, tenía Elisa amigas tan despreocu- padas como ella; y no era pequeña la competencia de cada una, sobre cuál había de sobresalir con la palma de incredulidad sobre todas. Ya los papás de las flamantes niñas, tenían bien prevenidas á las profesoras, que por ningún caso y bajo ningún concepto, se obligase á sus hijas á la confesión y comunión. Ni siquiera á saber el catecismo; pues todo el tiempo aún era poco para aprender lo que verdaderamente constituye á una mujer, señora de sociedad. Francés, inglés y después tantas labores; piano, pintura, y tanta diversidad de bailes. Ese cogollito de Elisas, que hubiera malgastado un tiempo pre- cioso en las bagatelas de la religión y en aprender á sobrellevar los trabajos de la vida, que ellas como ricas jamás habrían de su- frir, ese cogollito, crema de la crema, era en cambio muy leído en todo lo que fuese irreligión é inmoralidad de los impíos autores

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