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Novela histórica 39 cargo de asistir 4 Raquel, he creido conveniente enviarla al hospi- tal con una carta en que agradezco á la Superiora su servicio y le ruego acceda á mi petición. El General, por la costumbre que tenía de callar, nada tuvo que decir. —¿No os parece—continuó Martina—descansar estas dos horas ó más hasta que venga Behring? Yo me cuido de avisaros. Creo que os conviene y que lo necesitáis. El General y David se miraron mutuamente comprendiendo la razón, y acabado el cigarro ya encendido se retiraron mandando antes al ordenanza que á la llegada del Doctor avisase inmediata- mente á la señora. Raquel estaba todavía bajo la influencia del opio; si bien ya fatigada de tanto soñar y hablar, reposaba en silencio con sueño reparador. ” Su mamá la contemplaba con tanto más cariño cuanto la veia más desgraciada. Ella, ella que era la más débil, había de recibir el golpe mas fuerte si moría Orlando. Y la besaba en la frente cuidando no despertarla. Si á lo menos las papistas con otros mil y mil francos pueden conseguir por cualquier medio que- Orlando viva, que su corazón cambie, que mi hija se restablezca, que los dos se casen... Y en estas reflexiones se le fué una buena hora hasta que Raquel abrió los ojos y medio despertó. —Estás bien, hija mía; te estoy cuidando yo. Y la llenó de besos. ¿Pero es mi hermano Orlando?..... Martina comprendió que más que despierta, Raquel estaba to- davía bajo las impresiones de sus ensueños y última pesadilla. Has dormido mucho—le decía agitándola y sacudiéndole el brazo — estás bien; vas á tomar caldo, y luego leche; y como es todavía muy temprano, conviene estés quietita hasta que te avise yo. —¿Y Orlando? —Esperándote. Pero no quiere que vayas á verle hasta que estés bien descansada del viaje. —¿Y has ido tú? —Yo hubiera ido, pero... te exaltaste tanto... imposible aban- donarte. Y nos esperaba Orlando. Ya ves..... Raquel lanzó un suspiro de amor y de dolor llamando á Orlan- do con prolongado acento.

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