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[e PP os 2. 38 Equirvocación... —¡Oh, no, perdón! Permítame $. S. cerrarla. —Es nada. Digo á la Superiora, que el General, creyendo enfer- ma á mi hija, y sin saber yo nada, se ha permitido molestarla ade- lantándose á pedirle una señora asistente; pero que conociendo yo haría la enfermera más falta en el hospital, con gratitud me des- prendía de ella, suplicándole la ponga á V. en vez de otra á cuidar á mi hijo. Que espero será tan generosa que ordenará y mandará á todas sus dependientes elevar oraciones al Supremo Hacedor por el bien de mi hija y de Orlando. Felicitándome de tener luego oca- sión de darle las gracias personalmente. Sor Francisca comunicó á la señora que desde las cuatro de la mañana que asistía á la señorita, hasta la hora presente, Raquel seguía poco más ó menos lo mismo. Tomó la carta, y despidién- dose regresó al hospital. Martina cuidó desde entonces á su hija. Antes pasó por el despacho del General, donde éste con David había pasado la noche recibiendo cada hora el parte facultativo. Habéis sido—Jes dijo Martina en vez de buenos días—muy exactos en cumplir las preceptos del Doctor, mi buen general y es- poso. Lástima no fuéseis enfermeros, Los dos se levantaron para saludarla. —No podéis quejaros—continuó la señora —de que yo tampoco os haya quebrantado molestándoos con peticiones ni recados. Pero decidme, si os place, ¿es ya hora de que yo sepa si vive Óó muere mi hijo? —Abhi tienes, Martina—le contestó Hereford, el último parte que acaban de traer. —¿Qué dice? —Que ha pasado la noche delirando, preguntando donde está enterrado su papá, si lo han llevado á Berlín, y que él quiere ser enterrado también allí donde'esté su padre. Todos los anteriores partes acusan el mismo estado con insignificante variación. Beh- ring dice que en vez de parte facultativo vendrá él á desayunar dentro de hora y media ó dos horas, y trataremos entonces si con- viene ó nó ir al hospital. ¿Y Raquel? ¿cómo está? —Raquel fatigadisima, General, postrada completamente. Des- pertará luego y creo que tomando algún alimento liquido podrá levantarse por la tarde. La señora enfermera del hospital me pa- reció excelente para cuidar á Orlando; y aún imponiendome yo el

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