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Novela histórica 453 puntual todos los primeros meses, hubiese dejado de venir nada menos que tres seguidos. —Es la costumbre de tomarme cada año la libertad de venir de París, á revisar por mí mismo, todas mis fincas —alargándola á más de lo conveniente —ver el estado en que se encuentran, y sa- ber también si mis amables inquilinos tienen alguna reclamación que hacer. —Ninguna, ninguna, contestaba Elisa en francés al elegante sefior que tenía en su presencia. —¡Oh! podéis hablar con entera confianza; pues yo sé lo que son intermediarios, y por eso hago yo la visita personalmente, para que me sean transmitidas las verdaderas incomodidades y necesidades de mis inquilinos, y mandar luego las reformas. —Gracias, gracias. —¡0h! De modo que ¿nada tenéis que alegar? ¿de todo estáis contenta? —De todo, de todo. —¡0h! Resultaréis bien singular, si es que no tenéis intención de dejar la casa. —Por ahora, no. —Vais á ser, pues, la única familia que no se me queje de que treinta veces ha dicho al administrador, que esta gotera, que aque- lla chimenea, que la otra puerta, y el administrador les hacía á la mayor parte oídos de mercader. Por lo cual le he destituido, y ya desde este instante reconocerá V. para el caso á este señor. Elisa hizo una inclinación de cabeza á Sebastián Mangado. A los ocho dias se presentó á cobrar los tres meses. Saunier en toda su conversación se había conducido con una cortesía y ama- bilidad extraordinaria. Prodigaba en su lenguaje leche, miel, azú- car y canela. El mismo hacía pensar á Elisa en conveniencias que á ella no se le ocurrían sabiendo de conveniencias más que él. —¡Oh! ¿aquí le gustaría una puerta, señora? ¿quisiera comuni- cación con la cocinilla por esta otra? ¿sería más de su agrado que los eristales y la luz de ese ventanal?.... Elisa estaba admirada de tanta solicitud. No tenía ya palabras para agradecer tanta atención, Y más cuando al despedirse le dijo que le rebajaba de 40 á 30 el alquiler por lo aseada que conserva- ba la casa. e SN A A rd e ia e E En - O a o.