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Novela histórica 451 cía: despierten que me parecen durmientes, y el mejor dia se en- cuentran ahí con un látigo que los espabile. Cinco años llevaba Elisa en la fonda. Un día notó que sus cau- dales habían descendido considerablemente, y que de seguir asi, pronto ya tendría que echar mano de las joyas. Jamás había pen- sado que por mucho que haya, si se quita y no se pone, llega al fondo. Determinó, pues, por razón de economías, trasladarse de la fonda á una casita, sola.con su hija, y con una criada para todo servicio. Elisa no estaba acostumbrada á nada de eso: todo lo con- trario. Pero había sufrido ya tanto, estaba tan desengañada y amargada de la vida, que apenas le impresionó el cambio. —¿Ha notado V.-—-decía el español un día á Saunier—que la señorita ha entrado dos veces en esa casita que dice se alquila? —Si; y me sospecho por qué es. Esperemos algo más y lo vere- mos. Tenía razón. Otro día vieron un carrito y un coche á la puer- ta de la fonda. Elisa se trasladaba á la casita que había alquilado. Los emisarios de su: papá vivían ya con más lujo, comodidad y holgura que ella. No obstante, el verla sola fué ocasión para exci- tarse su rapacidad. —¿Sabe V., Saunier, que he tenido un buen pensamiento? —¿Y es —Robar á la señorita. Estamos cansados de esperar al granuja; nunca hemos tenido mejor ocasión de verla sola, y algunas veces sale de paseo con su niña y la criada. ¿No le parece á V. que aún en el caso de ser sorprendidos en mala hora por la justicia, tene- mos quien nos guarde bien la espalda? Nos bastaría decir que obrábamos en todo por indicación de su papá á quien ella ha ro- bado, que era para obligarla á volver á su casa, y creo quedaría- mos libres. Si la intentona nos salía bien, mejor. Qué tanto espe- rar el premio de un crimen que tal vez nunca tengamos la suerte de cometer? Matarla á ella no nos conviene, pues además de que gracias á ella vivimos y nos sirve de perdiz para cazar, su papá lo sospecharia, y tiene por desgracia cuerdas nuestras en su mano, y donde quiera podría apretarnos el cuello con 2llas. Pero en ro- barla, yo no veo ningún inconveniente. Con no desaparecer de nuestro puesto y escribir á su papá la desgracia, sospechas fuera. ¿Qué le parece á V. de todo esto? —Quté romo eres hijo—pensaba Saunier cuando le notaba rela- HO ra A a eS ERAS ATAR E LN -«. - €x
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