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CAPÍTULO VI Un dolor agudisimo en un recuerdo de gozo jo, que se alimentase para vivir. Y era inútil querer distraerla de su pena, pues decía que sólo hallaba consuelo desahogándose llo- rando á solas, y ésta era la causa de que á veces les obligaba á sa- lir de casa para llorar sin consuelo. Quería volver cuanto antes á T... para hacer los funerales; pero sus hijos la disuadían con mil pretextos, temiendo con razón, que en casa estaría peor viendo por todas partes recuerdos. Cuando los dos hermanos hablaron ve- ladamente de la extraña noticia de aquella señorita, temieron que esto podía dar lugar á una tercera desgracia fuera de casa. Ya no se opu3ieron más á las indicaciones de la mamá. Esperaron en si- lencio todo el día 28 la visita prometida, y como no fué, sospecha- ron lo peor, y sin decir nada á su madre, convinieron en secundar su deseo de volver á T... haciéndola creer que se contrariaban por complacerla. ¿Quién sabe lo que había sucedido en Cuba? Acaso León les esperaba ya en el pueblo ó vendría luego. Al día siguien- te estaban de marcha, y sin haber podido hablar con Elisa, pues en el aturdimiento de la víspera y en la promesa formal de la vi- sita, ni siquiera había dado su dirección al recibir la de Carlos. La enferma guardó cama 24 horas, sin que nadie la molestase más que para servirle caldo los momentos en que parecía salir de su letargo. Este obligado descanso y régimen le rr: y PP E NS

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