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Novela histórica La señora, excitada repentina, más que voluntariamente por la libertad santa de la Religiosa, pero apesar de su vastísima ilustración no atreviéndose á entrar en franca lid teológica con la papista, se mordió los labios y con toda delicadeza y maestría se desembarazó de la conversación diciéndole: —Hermana; es una lástima que con vuestro superior talento no podáis escuchar á nuestros grandes oradores, los Pastores de Berlín. La Religiosa comprendió que con esa salida la señora quería dar por terminada aquella conversación y puso punto final pidién- dole permiso para visitar un momento á Raquel. Os aseguro que estará igualmente aletargada hasta mañana. Podéis, si os place, retiraros á vuestra alcoba y descansar. La monja tomó esa indicación como un mandato y deseándole feliz noche, con una profunda inclinación á la señora, se retiró. Su conciencia estaba tranquila. Había sido llamada para una enferma; ésta por entonces no necesitaba sus servicios materiales y había empleado bien el tiempo con una sana de cuerpo y enfer- ma de alma. ¡Señor!...—exclamó Sor Francisca al verse sola—¡que á tan- to llegue la ceguedad de los entendimientos que llaman infamia é idolatría el acudir á Vos, poniendo por intercesores, no vuestros merecimientos, sino los méritos de vuestros amados santos; que lla- man tantas personas maldad, infamia é idolatría el acudir á los bienaventurados que nada necesitan de nosotros, que tienen en sus manos y quieren darnos lo que nosotros necesitamos; y que no tengan una palabra de reprobación mnchas de ellas, y que acudan con tanta fe para el remedio de sus males y pasiones no satisfe- chas á espiritistas, adivinas y pactados con el diablo, que sólo pue- den explotarlas, y con apariencias de verdad, alucinarlas, fasci- narlas, engañarlas y entontecerlas! Y empezando á cumplir la promesa que había hecho de rogar también en particular, tomó en sus manos el pequeño crucifijo que llevaba en el costado y arrodillándose ante él, (pues no había otro objeto de piedad) pffasó lo restante de la noche pidiendo por aque- lla necesitada familia. De madrugada, Sor Francisca estaba ya á la cabecera de la enferma. Raquel no despertaba.

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