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READ AAN ER NON 7 420 Historia de una Cubana al cumplir su servicio militar en Cuba salió de la milicia y se que- dó allí porque no quería trabajar ni volver á su pueblo en la pro- vincia de Soria, donde—decía él—no encontraría donde caerse muerto. Estos dos gentiles hombres fueron los elegidos por Don Antonio Biren, para venir á España con el fin piadoso de asesinar á Martí- nez, El salario se lo duplicaba, gastos de viaje por mar y tierra corrían por cuenta de la casa, todas sus influencias estaban garan- tidas á su disposición si tenían una fatal desgracia con la guardia civil ó policia, y finalmente un premio de 5.000 pesos fuertes cuan- do le comprobasen la muerte, pero que daría 6.000 al que de los dos le asesinase. El 15 de agosto salieron los dos de la Habana en vapor inglés con dirección á Santander, llevando un pliego cerra- do de Don Antonio para su agente principal en dicha capital, en el cual le decía que pusiese inmediatamente al cuidado de sus emi- sarios la vigilancia de Elisa donde quiera que se encontrase al presente. Que les diese de salario á cada uno á razón de 100 duros mensuales, poniendo también á su cuenta corriente los gastos de viaje siguiendo á su hija. Pensaba Biren que sería asunto de uno Ó dos meses. á Fué fácil informarles á su llegada á Santander. Elisa no se ha- bía movido del hotel hacia 22 días, desde que llegó. Sí que se le había visto «cercarse al puerto á lau llegada de algunos vapores, pero que no había salido de Santander. Por lo tanto que acechasen, y podían desde luego empezar á llenar su cometido, Discurrir y llorar, pero sin arrepentirse. Esta era la vida que la desgraciada Elisa había hecho en el hotel, encerrada todo el día en su habitación. Martinez no vendría. Volver al puerto inmediato de la Coruña donde había desembarcado él, esto era inútil, pues aparte de la dificultad de encontrarle, acaso ya ni estaría allí. Lo más probable era que Martínez hubiese ido ya á su pueblo, ó que fuese luego; y se decidió á marchar al pueblo. Pero ¿cuál era el pue- blo de Martínez? Jamás se había hecho esta pregunta, ni lo había inquirido de él, ni lo había oido decir á nadie. Ella sabía que era aragonés, y nada más. No se le había ocurrido que pudiese necesi- tar saber si de Zaragoza, de Teruel, de Huesca, ó de alguna po- blación perteneciente á una de estas provincias. Nueva angustia para su corazón. Ella recordaba bien que Martínez en un momento a EA ¿os A A e 54

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