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AA A AX ne » h ! + 3 NA CA q pr MAA mm A A A a Aaa a 418 Historia de una Oubana —Pues 4 España no ha ido. Leed ese parte que acabo de recibir por toda contestación, hoy día 10 de agosto. Así hablaba el papá de Elisa á dos asalariados para el crimen del 1.” de agosto. Pero, señor —oponía el más viejo—si consta en el libro de pasajeros que tomó pasaje el 24 de julio y que marchó el 26, y no consta que marchase ella y no obstante se encuentra en Santander, esto hace suponer que es inútil buscarlo más por acá, pues apare- ce claro como la luz del día que él la ha llevado de incógnito ó la ha enviado por delante, pero que al fin donde esté ella aparece- rá él. Y esta razón acabó de resolver 4 D. Antonio que si quería la muerte del capitán Martínez, tendría que enviar de Cuba los ase- sinos. Convinieron en una última reunión que debía tener lugar al si- guiente día para fijar las bases y condiciones de marcha. El día 26 de julio á las dos de la tarde, Elisa había salido para Guantánamo. Esto era lo que sus papás contestaban llenos dessin- ceridad á todos los que por ella preguntaban. Pero Elisa antes de cambiar una dirección por otra, había telegrafiado á su tío que sus- pendía por unos días su viaje 4 Guantánamo basta nuevo aviso, y el tío estaba impaciente y ganoso de que pasasen esos días para recibir á su sobrina. ¿Cuál fué su sorpresa cuando el día 31 recibe un parte en que cree se le anuncia la llegada, y era de su herma- no preguntando qué tal seguía su hija que nada escribía? Luego esto súuponía que había salido ya para Guantánamo. Temiéndose una desgracia no se atrevió á contestar inmediata- mente que allí no había llegado, y preguntó á quien juzgó conve- niente, si sabían, si habían leído algún suceso desagrable en el trayecto de la Habana á Santiago. Nadie sabía nada. El día 1 contestó por telégrafo que Elisa había puesto un parte el 24 de julio diciendo que retrasaba el viaje unos días, y él espera- ba aviso. Esta contestación fué recibida en momentos de desesperación para D. Antonio Biren. Los cuatro criminales pagados para el asesinato de Martínez habían llegado ya al convite preparado en casa de Elisa, pero con los puñales limpios, y envainados, no en- sangrentados y en caliente como Biren los esperaba.

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