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CESEN TT IDO A Novela histórica 115 Los propósitos de Elisa eran bien distintos: asediarle siempre y en todas partes como la araña á la mosca. La vida de á bordo fué para los dos insoportable; algo parecida á la de un gato y un ratón. Ella expiando todos los momentos de encontrarle solo, sobre todo en la hora voluntaria del desayuno; él observando y atisbando to- dos los parajes para no encontrarla ni dejarse encontrar. Tentada estuvo Elisa cien veces de día y mil de noche de buscarle en su mismo camarote, pues enviarle un recado ni dos letras para que viniese al suyo era inútil. Pero ¡ah! él no estaba solo como ella, y hubiera sido horrible el efecto producido por cualquier impru- dencia ó sospecha. No tuvo, pues, más remedio que á la fuerza con- formarse y resignarse á sufrir, comprendiendo con honda pena cómo se distanciaba aquel corazón cuanto ella más procuraba in- teresarle. Más tristes todavía eran los pensamientos y «reflexiones que ocupaban por completo la mente de León. ¿Qué hago yo con esta mujer—se preguntaba—y qué hace esta mujer conmigo? Me ha lan- zado á un duelo, me ha expuesto á ser vilmente asesinado, ha que- dado indignamente engañado mi Capitán General atravesándose mi nombre, me embarca cuando le dá la gana desapareciendo ella tan tranquila de la Habana en el mismo vapor y en el mismo día, dando allí motivo á que tarde ó temprano cien lenguas mezclen mi nombre con el suyo; voy yo ahora á casa por gracia y protec- ción de ella, y también me ha de seguir hasta mi pueblo, hasta la presencia de mi madre, y tal vez alegando títulos por los cuales merece que se le atienda... y aún como si ella fuese mi vida me dice que la muerte se me acerca en su ausencia. ¡Oh! esto es ho- rrible ¡Maldita sea la hora en que conocí á esa negra! Con estas y peores disposiciones de ánimo, y con el firme propó- sito de volverse á Cuba antes que presentarse así en su pueblo, lle- gó al primer puerto de la Península en una hermosa tarde de agosto. Tenía el pasaje tomado hasta Santander. Hasta el mismo punto lo había tomado Elisa. Pocas horas antes de llegar al término de su viaje se apoderó de ella una angustia indescriptible. León no aparecía por ninguna parte; nadie sabía de él. Indudablemente Martínez había desem- barcado en la Coruña sin dar cuenta ni razón á nadie. Así era en efecto, aprovechando las últimas barquillas de pasajeros y curio- 14

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