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Novela histórica 409 cielo, del buque, de la tripulación y de los pasajeros. A las diez se retiró á descansar. Bien necesitaba el sueño reparador, pero no podia dormir. ¡Qué situación la suya! ¿Dónde estaría el camarote de Martínez? Imposible ir allí ni hacerle á él venir al suyo. ¿Dón- de verle á solas? ¿dónde poder hablarle? ¿acaso él no se babía con- vencido ya con solo verla, que era ella y no otra, que era Elisa y no L...? ¿Pues á qué esa indiferencia por parte de él, que no se tomaba la molestia de averiguar más, como si tanto le importase de una que de otra? Tenía momentos de verdadera desesperación de ira contra él, de reproche contra sí misma por el exceso de su amor, y no pu- diendo sufrir más por ese terreno, emprendía otro camino distinto, el de la esperanza, el de la paciencia. Ella había observado bien á qué horas poco más ó menos se le- vantaba y desayunaba, cuándo iba á la sala de juego ó de lectura, y había notado también que muy pronto tuvo simpatías entre los pasajeros, de modo que casi siempre le veía acompañado. El tra- yecto hasta España es largo—se decía Elisa para consolarse—y difícilmente pasará todo el tiempo sin tropezar siquiera una vez con él. Pero ¿cuándo? ¿dónde? No se le ocurría, Y sin embargo la ocasión se le ofreció mucho antes de lo que pudiera prometerse. Una tarde, durante la cena, se nubló algún tanto cl cielo, y cuando quisieron levantarse de la mesa lloviznaba lo suficiente para impedir el paseo sobre cubierta. Alguien lanzó la idea de un baile en el salón de recreo. Todos la aplaudieron, y se encamina- ron al salón alegres y bulliciosos. A Elisa le daba saltos de gozo el corazón. ¡Bendita lluvia! Un joven andaluz se dirigió al piano, quitóle de un tirón la col- cha, y encendiendo las bujías, dijo: Ceñore... eto etá pa la manoz divina que lo cepan tocá. Una rubia de 19 años se acercó por indicación é instada por su mamá, y haciendo una monísima cortesía se sentó. Dió la inzpire, ceñorita, que yo voy á envitá á zu mamá—le dijo el andaluz con-los brazos extendidos, como mirando al cielo, y sacando el pecho cuanto podía. Y riendo todos la gracia andaluza invitó 4 una voluminosa se- ñora, que por cierto se hizo un poquito de rogar, y pretextando PA PPP És
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