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ARRAIGADA RITA UN RENr perrrr ce , y A AOS € DAA Ae , p ES e a” , A Po al 408 Historia de una Cubana Al poco rato, entre las barquillas que se acercaban al vapor, trayendo pasajeros, distinguió con sus gemelos una lanchita llena de militares. Indudablemente eran amigos de Martínez que le acompañaban á bordo. Elisa se conmovió profundamente, tembló de pies á cabeza, y disimulando cuanto pudo la impresión que le había causado, se fué retirando poco á poco, pues no tenía ánimo todavía para verle ni dejarse ver de él, Los curiosos y las visitas se fueron despidiendo, y á las seis en punto se levaban las anclas y el vapor salía del puerto. Todos los pasajeros estaban ya en la mesa para la cena. Un cubierto, el más próximo al del capitán del buque, que ocupaba la presidencia, estaba sin desdoblar. Na- die ocupó aquel asiento. Sólo Elisa había faltado á la mesa. Una camarera, llamada por el timbre, recibió orden de servirle un re- fresco de limón. El primer día de navegación le impresionaba á ella mucho; por eso prefería quedarse quietita en el camarote. —Creo que el capitán ha preguntado por V., señorita, —le de- cía la camarera—y tal vez le fuera mejor que estar aquí solita, ir á la mesa, donde siempre hay más animación y distracciones. Elisa se animó, y siguiendo á la camarera que le guiaba, entró en el comedor. Vestía un traje de extraordinaria blancura que ha- cía resaltar más su negro rostro, y llamaba justamente la atención por las luces de sus brillantes. Todos, al verla pasar, la saludaron con una ligera inclinación de cabeza. Martínez se fijó como los demás, y más que todos, por la primera impresión que le causó su vista, recordándole á otra joven que el conocía, tan semejante á aquella. El capitán del barco, muy galante, la llamó por su propio nombre, é indicándole el asiento inmediato, le decia: —Vamos, señorita Martínez, os felicito por haberos animado á hacernos compañía. Elisa, antes de sentarse, devolvió á todos el saludo con dos in- clinaciones de cabeza á uno y otro lado de la mesa; y lo hizo con tal naturalidad é indiferencia, que Martínez pensó que efectiva- mente aquella sería L..., aunque muy semejante á Elisa. Dió las gracias al capitán por su interés y cuidado, pero hablaba con voz tan apagada que Martínez no pudo juzgar entre una y otra por el timbre de la voz. Todos, unos tras otros, fueron levantándose de la mesa. Elisa paseó sobre cubierta algunos momentos hablando con otra señora joven y con sus hijas, de la buena noche, del mar, del
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