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] Ñ | e E AG AR UA LR AT - 406 Historia de una Cubana cia semejante, pero no en aquellos días y con aquella premura, pues quedaban aún sin ordenar muchos papeles de su padre con- cernientes al regimiento. Y no había más remedio que marchar, ¡Ah! cómo estaba ya enterado el Capitán General de lo sucedido. ¿Si iría él también en persona á sincerarse enseñándole el billete de provocación á duelo? Lo había roto precisamente en el acto de leerlo. Pero podía 6l comunicar al Capitán General la traición de que fué objeto. Apurado y abrumado por todo, trató de ganar las pocas horas disponibles que le quedaban para arreglar su equipaje, y el 26 4 las cinco de la tarde salía del puerto. Al Capitán General se éon- tentó con darle las gracias por todo. Y en su mente estaba que tal vez con esa medida quería el General alejar de él toda molestia sobre lo que decían los diarios, y otras mil cábalas que él hacía. Elisa tranquilizaba á su papá con la nueva noticia que traía la prensa el día 24. Mejor enterados —decia la Redacción —por infor- maciones que nos merecen todo crédito, podemos asegurar á nues- tros lectores que el suceso de nuestros mendigos, no afecta, como se había dicho, á ninguna alta personalidad de la capital, civil, ni militar. —Ya ves, papá. De Juan sólo dijeron que una sensible desgra- cia había sucedido á la acaudalada familia Biren. Hubo si es, si no es; pero nadie relacionó la desgracia con esos dos que quedaron tendidos. Has entrado en franca convalecencia, y lo que tanto te inquie- taba no te volverá á inquietar. Ahora sólo falta que esperes con paciencia y calma el día suspirado, pues todo llega. Tengo también que proponerte un asunto de delicadeza nuestra en que tú ni si- quiera habrás pensado; y no es extraño. Sólo nos hemos cuidado de nosotros; pero ¿no te parece que es hora ya de contestar á Guan- tánamo, pues el tío nos ha escrito dos cartas seguidas pidiendo explicaciones? Yo creo que la mejor explicación es ir yo personal- mente. Siempre será un gran consuelo para el pobre tío que está solo de familia; y asistiré también cuando sean allí los funerales. Tú te quedas unos días con mamá. ¿Qué te parece?—Que estás en todo, hija mia. Escribe pues; ó escribiré yo hoy mismo á tu tío para que cuanto antes lo sepa. —Mejor que escribir, papá, creo sería que le pusieses un parte.

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