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404 Historia de una Cubana Su papá estaba ya en sus manos como un sello para confirmar cuanto le propusiese respecto á la muerte y la venganza. Pidió recado de escribir, y en la primera carilla del pliego es- eribió lo siguiente: e «Señores Saunier y Compañía. Bien sé que no necesitáis nueva excitación para llenar vuestro cometido, en el infame capitán Martínez; pero necesito yo escri- biros para saborearme pensando en el triste fin que le espera, y tanto más ahora que el malvado ha hecho desaparecer á dos de mis más fieles servidores y de los mejores compañeros vuestros. Una cosa os agradecería y pagaría bien, que aunque le matéis los dos primeros en la entrada, claven también en él sus puñales al bajar los que le esperaban en la escalera. Vendréis pronto, con la sangre caliente en los cuatro puñales, que yo 08 esperaré con im- paciencia y con buena cena. Hasta el día 1.” de agosto, vuestro amo y compañero, Antonio Biren». Elisa misma se encargó de llevar la carta al correo, pero con- virtió en buzón el fondo de su baúl preparado, allí donde tenía también los dos trozos de la carta recogida en el escritorio. ¿Para qué quería excitar más á los asesinos? Ya sabían que ha- bían de matarle el día 1." si no recibían contraorden, y á ella le vendrían bien aquellos documentos si un día tenía que defenderse de su padre ó defender á Martinez. Biren, al ver el interés, la solicitud y prudencia de Elisa en querer ella misma por precaución enviar aquellas cartas, se mos- traba más tierno, más agradecido y más entregado á su hija. E
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