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Novela histórica ¿ =2 = -i coche, viendo las ventanas con las cortinillas echadas. Nadie sa- lía del coche. —i¡¡¡Qué desgracia!!!...—gritó Biren desde dentro al oir que ba- jaban llorando madre é hija. El cochero cerró inmediatamente la puerta de la calle. A los gritos desgarradores de la familia acudió toda la servidumbre llo- rando como lloraban sus señores. Elisa se extremeció de horror al ver aquel feisimo cadáver con sus blancos ojos medio abiertos, los abultados labios hinchados y todo ensangrentado. Necesitó cerrar un momento los ojos y recurrir al incendio de su corazón hacia Martínez para no desmayarse ante aquel horrible espectáculo, del cual sólo ella era culpable. Biren lloraba, pero con despecho, con desesperación, con ira reconcentrada. Elisa pensó muy bien que su papá sentiría de todo corazón la muerte de Juan, pero que le des- garraba el alma que Martínez hubiera quedado con vida. Ella se sobrepuso luego, y más que á llorar, se entregó de lleno al consue- lo de su padre, enjugándole las lágrimas, abrazándose á su cue- llo, y esforzándose para demostrar una pena que sólo á medias sentía. —Papá,—le decía mientras la servidumbre subía el cadáver al salón—¿has pensado lo que debe hacerse en este caso? Tú no estás ahora para reflexionar. Mil medios tenemos para castigar al mal- vado, y satisfacer tu justa venganza; pero evitemos ahora el es- cándalo. — -Muera... muera Martínez...—gritaba Biren desesperado en- tre horribles blasfemias.—Muera... —Muera y pronto, —repetía ella para consolarle, estrechando más y más entre sus brazos á su padre.—Pero ahora, papá, más que del vivo debemos cuidarnos de nuestro muerto; y ante todo conviene que evitemos la publicidad y el escándalo. Llama pronto á nuestro médico. Que extienda un acta de defunción por muerte repentina, por accidente casual, por desgracia imprevista, por suicidio en un momento de enajenación mental; ó nó, que no pon- ga eso, pero que lo haga guardando nuestro buen nombre, y que no se sepa lo que ha habido. —No, no...—gritaba enfurecido su padre, —quiero que pierda sus galones ese infame traidor, quiero que pierda su carrera de- gradado, quiero que muera, que muera... —y una excitación ner- l ¡€_I - o A O e 0

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