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394 Historia de una Cubana Quería el Coronel que llamasen á su hijo para que mejor se ente- rase de la visita que su madre enviaba, pero eran las cinco menos cuarto. Tres cuartos de hora hacía que se había retirado á descan- sar después de haber perdido toda la noche con él, y no le parecía bien despertarle. Tampoco el despedir la visita. ¿No podría volver más tarde la señora? —Señor, viene directamente á hablar con V. 5. y dice que urge. —¿Qué puede traer á estas horas, y decir que urge? El pobre Coronel se perdía en conjeturas durante los momen- tos en que bajaba el ordenanza y subía la señora. Cierto que no estaba 6l para visitas, pero se sentía desfallecer de día en día, y aquella sería la última noticia que iba á tener de su amada esposa. La señora enlutada apareció en la puerta. A una señal del Coro- nel todos se retiraron. —Siento en el alma, Coronel, —dijo Elisa sin levantarse el ve- lo—yveros tan postrado. —¿Ya recibió la última carta mi señora? ¿sabe mi novedad?.— Replicó el coronel sin detenerse á contestar al cumplido.—¿Qué os ha dicho para mi? Decidme pronto todo. Elisa tenía aún más prisa que él. Coronel, no tenemos tiempo que perder. No se trata ahora de vos ni de vuestra amada esposa, sino de vuestro hijo. En este momento se halla en mayor peligro de muerte que vos, y yo ven- go á implorar vuestro auxilio para salvarle. —¿Cómo? ¿qué decis? ¿quien sois vos? El pobre enfermo sufría queriendo decir todo esto á la vez, y su estado moribundo no le daba alientos ni siquiera para comple- tar las preguntas. —Mi hijo está descansando ahora, porque ha pasado toda la noche á mi cabecera. ¿ —Vuestro hijo, Coronel, se está batiendo en duelo en este mis- mo instante, y urge salvarle. Oprimido por aquella negra aparición que no daba su cara, y más oprimido aún por lo que oía sabiendo él todo lo contrario, mi- ró airado á la enlutada como diciendo, ¡será la bruja! y al mismo tiempo sacaba su descarnada mano para tocar el timbre. Elisa lo comprendió y le evitó el trabajo, tocando ella misma, impaciente