BCCPAM000521-3-32000000000000

Novela histórica 31 —Señora, dispensadme os interrumpa—¿oís hace un buen rato hablar en el dormitorio de la señorita? —Sí, es mi hija. —Pues con permiso de vuestra señoría... —Es inútil, quedaos. No necesita nada. Con todo para tranqui- lizaos, id; y volved luego á enterarme de su estado. A los cinco minutos volvia la religiosa alarmada. —Señora, está despierta, con los ojos abiertos y hablando no sé qué... Le digo ¿cómo estáis señorita? ¿qué queréis? y no me contesta. —0Os he dicho que duerme, aunque esté con los ojos abiertos y bablando. Para convenceros, pues os veo dudando, id, escuchad lo que dice, y cuando os purezca, decidle: Aquí está Orlando..... veréis que sin haceros caso continuará su conversación imaginaria. La Religiosa fué á la prueba; y como retardase la vuelta, Mar- tina la llamó con el timbre. —¿Y bien? —Efectivamente, señora, disparata soñando, y á lo que se le dice no hace caso. —¿Y qué decía? ¿le habéis entendido algo? —¡Oh!... señora... nada... —No, no. Podéis decirmelo con entera confianza, pues para eso yo de antemano os he prevenido. —Pero, señora ¿quién hace caso de un sonámbulo pacífico? Además... que... se interrumpió la Religiosa con indefinible sonrisa. —¡Ah! nos ha interrumpido cuando estábamos hablando;sino, ya os hubiera dicho yo antes lo que ahora habéis oido. (Que su hermano no la quiere, porque él pensará... él sabrá... que su padre le había enterado... —(Que se lo ha dicho el espiritista, y la adivina y... qué se yo lo que disparataba. —¡Ah!... sí, sí, hermana. Me recordáis ahora un detalle de su viaje por el Sur de América que yo había olvidado involunta- riamente. En un hotel de Buenos Aires, el fondista extrañó la tristeza de mi Raquel. Temiendo que en su casa faltase alguna comodidad á la señorita, preguntó á su papá en qué podía ser- virla, para verla más alegre. Mi esposo contestó que estaba muy bien atendido y le daba las gracias; pero que lo de su hija eran afecciones morales... y él no podía hacer nada,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz