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a a SAA A er A — rs 386 Historia de una Cubana pitán General, el 1.? de agosto, cuando por la noche se retire á casa.—-¡Ah! es mucho vivir. Tengo impaciencia por verme y verte vengado. Nos casaremos el 24, sí, pero quiero que él muera el día 20, fecha, recuerdo, en que primera vez te insultó; quiero que lo mates tú, y en duelo; y su vida y su lengua, para atravesarla yo con alfileres antes de dársela al perro, es la única joya que te pido de regalo. Ha de ser en secreto, sin padrinos, y te señalo como mejor sitio y hora las cinco de la mañana, al final del paseo de ye- rano. Cuando él sienta tu pistola en su frente y en aquel mismo sitio... sabrá que es justo castigo por haberse atrevido á poner en mí su pensamiento. Juan era un negro alto, fornido, joven de 26 años, valiente y arriesgado por temperamento. Excitado más y más por el relato y exigencias de su prima, no pensó más en asesinos, sino ser él mismo quien viese por primera y última vez, dándole el merecido castigo al insolente soldado que á tanto se había atrevido. Sacó de su bol- sillo una carterita de notas y escribió con lápiz: «Sois un misera- ble, un seductor, un embustero y un infame. El día 20 de julio á las cinco de la mañana, al final del paseo de verano, os espero solo para probároslo todo y firmarlo con vuestra misma vil sangre.» —¿0Os parece bien asi?—dijo 4 su prima enseñándole el bo- rrador. —Perfectamente. En el apellido Biren conocerá de quién y de qué se trata. Juan pidió la dirección de Martínez, é inmediatamente salió á ponerlo en limpio y echarlo al correo. Por la tarde, paseando con su tio en el jardín, refirió el resultado de su conferencia con Elisa, Ella estaba en buen sentido, y él se convenció una vez más de que su prima le había querido siempre, y que sólo el temor le había obligado á mostrarse con él desdeñosa: pues le amenazaba el ca- pitán con publicar ciertas cosas de las cuales estaba muy bien en- terado, y en lo cual sufrirían mucho el crédito é intereses de nues- tra familia. Aquí el tío se sobresaltó involuntariamente, y querien- do disimular, dijo á su sobrino: ¿y hemos señalado tan tarde la muerte de ese infame? —Pero será antes de lo señalado, mi querido tio. Elisa ha sido razonable, y para reparación y satisfacción suya y mia debo ser yo quien lo mate.
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