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Novela histórica 383 posiciones para que nuestra mancha sea lavada con su propia sangre. Elisa estaba plenamente convencida de que su papá no retro- cedería, todo lo contrario, ni por saber que había sido forzado ó culpable, ni por ruegos, ni por lágrimas. Bien acostumbrada esta- ba ya á oir á su papá esta expresión: «Fulano se me atraviesa» y á los pocos días Fulano caía atravesado por el cuchillo de un mis- terioso asesino nunca habido. Cuando leían la noticia notaba ella cierta satisfacción en su papá, que vaciaba la copa á salud de la víctima, y hasta otra. Así pues, tan persuadida estaba ella de que su papá haría matar al capitán, como de que había escrito y firma- do de su puño y letra su muerte, pues las pruebas las tenía en su bolsillo. Y ante el deseo de salvar á Martinez todos los medios le parecian buenos aunque fuesen hollando todas las leyes divinas y humanas. Lo menos sangriento que se le ocurrió fué provocar un duslo á muerte. Juan, su primo, había de llegar antes de tres días, y pensaba ella excitar tales odios en su corazón contra Martínez, que no sería necesario más para que le desafiase. En esos tres días tenía ella tiempo suficiente para sacar á su papá dinero y más di- nero econ motivo de la boda. El primo llegó, y su papá le enteró de viva voz, de todos aquellos proyectos trazados en la carta que había roto por no comprometerse exponiéndola al correo. Juan se mostró en un todo conforme con el tío; respecto de la boda y la muerte de Martínez. ¿Pues con quién había de casar Biren á su millonaria hija única, sino co aquel sobrino que la Providencia le preparaba? Era hijo de su hermano, el mayor cómplice en el amontona- miento mal adquirido de algunos millones que ambos disfrutaban. En el archivo de su casa había papeles muy comprometedores de cuentas, pagos, recibos y pagarés, y nadie mejor que Juan para intervenir en los negocios de casa. Respecto á la muerte de Mar- tinez nada tendría que entrar ni salir el sobrino. ¿A qué exponerlo? Era puramente venganza personal suya, pero en ello vería y con gusto Juan la solicitud de su tío y futuro suegro en quitar del mun- do lo que pudiera serle un motivo de inquietud en su nueva vida de matrimonio. Después de su conferencia con el tio, Juan solicitó otra conferencia privada con Elisa, y le fué concedida. Ya Elisa la esperaba, y de no serle anunciada, ella la pidiera. ri 1 | ' ' ! ]

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