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Novela histórica 381 mano de tu arrepentida hija» y se sentó para saborear mejor la victoria conseguida. Ya tenia andado la mitad de lo que quería proponer á su sobrino cuando llegase. Aquí se sobresaltó. Recordó que había escrito y roto una carta comprometedora para el correo, y que también podía comprome- ter á la vista de Elisa. Pero ¿dónde estaban los trozos? ¡Si pensaba él que los había dejado sobre la mesa! Tomó la luz, y ¡ah!... des- cansó tranquilo. Inclinó la cabeza, y á poco que se alumbró, vió la carta rota en el cesto de los papeles. Era ya demasiado tarde para entregarse de lleno á las vivas y gratas emociones de su ven- gativo espíritu, y apagando la luz se fué á descansar. Elisa estaba cierta de que antes de levantarse su papá, ya el :amarero habría limpiado perfectamente todo el despacho y que- mado todos los papeles del cesto. Ella estuvo en vela hasta que ya todos se habían retirado. Entonces salió sin luz y poco á poco en dirección al escritorio, abrió, en un momento buscó á tientas el cesto, y como no acertaba á distinguir, encendió y apagó un mixto en un abrir y cerrar de ojos, y se llevó el complemento de la car- ta de su padre, volviéndose á oscuras, sobre las puntas de los pies. Ya en su cuarto encendió luz y escribió á Martinez á tenor del es- crito de su padre. «Martínez míio—le decía —cerca de tres meses que no te veo ni sé de tí desde aquella inexplicable noche... Pensaba escribirte para poner en tu conocimiento cuanto de desagradable ha sucedido hoy por la imprudencia de mi mamá comunicando á papá mi estado... Eh casa de mi amiga Clarita donde me habia refugiado he recibido una carta de mi papá en que terminantemente me dice que sólo me perdonará la mancha echada á la familia dando yo palabra formal de casarme con mi primo en término de 20 días. Ante el horror de la vida desespe- rada que preveo, he pensado engañar á mi padre diciéndole que acepto, pero en realidad, mi pensamiento al volver á casa es re- coger joyas y dinero cuanto pueda sin llamar la atención y huir 4 España, á Italia ó donde quiera. ¡Oh, mi querido León! Esto que te parecerá tan horrible es nada, para lo que he leído después. De- bes huir tú también, amor mío. Mi padre ha escrito á mi primo que venga inmediatamente. Tus días, mi querido Martínez, están contados. Acaso cuando tú recibas ésta, mi papá habrá tratado ya

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