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NAAA AAA FA AA a o es A AX j ¿ 1 ] ¡ j 378 Historia de una Cubana —Guárdamela, Clarita. No tengo ánimo para enterarme de ella, y temo alguna impresión desagradable que no podré resistir. —Fiíjate, querida, que dice urgente; y si el retraso hubiera de perjudicarte... —¿Quieres tomar agua de azahar, ó tila, ó quieres que llame á tu médico? —No. Morirme es lo que quiero. —Elisa, amiga mía, no me digas lo que tienes. Sólo quiero sa- ber cómo puedo aliviarte. —¿Puedo confiar en tí? —Enteramente. —Pues bien; abre la carta y contesta tú por mi. No puedo es- cribir. —¡0Oh, no, Elisa! Estoy á tu disposición antes y después si me pides un consejo; pero si no lo necesitas, de nada aprovecha que yo me entere de la carta. .n Y usando de la más fina cortesía, Clarita la animaba, y acer- 'ándole la luz y la carta se retiró indicándole antes el timbre por si la necesitaba. Elisa, después de mucho sufrir y llorar rompió el sobre temblando, se fijó en las primeras palabras, y á pesar del cariñoso «Mi querida hija» que encabezaba el escrito, no se deter- minaba á leer las tres breves líneas siguientes que completaban la carta. Por fin, haciendo un supremo esfuerzo de voluntad, leyó: «Estoy dispuesto 4 perdonarte la vergonzosa mancha que has echa- do á la familia con ese miserable capitán, si me das palabra for- mal de casarte cuanto antes, dentro de 20 días, con tu primo, para lo cual ha sido ya llamado. Tu padre, Antonio Biren.» Elisa se extremeció de pies á cabeza. El veneno, el puñal, la muerte y mil muertes prefería antes que casarse con su aborrecido primo. z Quiso quemar la carta en la bujía para que no quedase ni ceni- za de tal proposición; al mismo tiempo acercaba su mano al timbre para llamar á su amiga y preguntarle qué debía hacer, prefiriendo antes la muerte que ceder á lo que su papá quería. Pero de uno y otro se arrepintió cruzando por su mente Martínezá quien conven- dría enseñar la carta, Con sorpresa de Elisa, Clarita se presentó en la puerta preguntándole ¿qué se le ofrecía? —Nada.