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O A e A O e A Novela histórica 3877 che acarició su ardorosa frente como alas de un ángel, y su exaltada imaginación se calmó á la dulce influencia del céfiro. La imponente majestad del vasto firmamento con sus miradas de ce- lestes ojos, fijaba sus miradas sobre la débil criatura humana. El cielo con sus estrellas le parecia un Argos divino que le miraba con otros tantos ojos, y veía sus acciones y penetraba hasta sus más íntimos pensamientos. Y así, por más que se le había ocurrido abrir la carta como único medio de arrojar luz sobre sus dudas, hizo un esfuerzo heroico, y formó el propósito de no querer saber nada, ni siquiera de labios de su amiga, conformándose gn seguir como hasta entonces, hablando exteriormente con indiferencia ó menosprecio de Martínez por el gusto de que llegase á sus oídos, aunque interiormente siguiese adorándole. Guardó, pues, la carta en su bolsillo y fué á consolar á su amiga. La encontró como bajo la influencia de calenturas intermitentes ¿Qué hora es, Clarita? —Son las once de la noche. —¿Cuánto tiempo hace que he venido? — Dos horas próximamente. —¿Se ha marchado mi mamá? —preguntó Elisa como temero- sa de que pudiese entrar tras ella. —Si; sólo ha estado diez minutos y se ha ido muy complacida. —¿Qué quería mi mamá? —No lo sé; pero no debe causarte inquietud su venida, pues es- taba muy afable, é indicaba que tanto ella como tu papá estaban pesarosos de haberte causado un disgusto. —Eso es muy extraño, pues mi papá no se arrepiente nunca de nada una vez hecho, ni vuelve atrás en sus propósitos. —Sea como dices; más yo así lo he interpretado. —¿No me dijiste que traía una carta de mi papá? —Sií; la ha dejado encargándome te la entregue para que con- testes cuando sea gusto tuyo. —No, no, Clarita; yo no espero nada bueno en esa carta, —Pues yo no temo para ti nada malo, vista la actitud de rue- go con que se presentó tu mamá. —¿Sabes tú su contenido? —No me lo dijo; y la carta me la entregó cerrada. Aquí la tie- nes intacta.