BCCPAM000521-3-32000000000000

E e x ra Ge A ao RA a tl A a qn O NAAA o adi 2 e 316 Historia de una Cubana Ella misma discurrió luego la contestación, y salió á decir á la señora Emma, que Elisa descansaba, y le parecía bien volviese á decir al Sr. Biren que ella misma se encargaba de avisarle cuando despertase. —Yo creo sería mejor —replicó Emma —dejar aquí la carta, y así puedo yo contestar á su papá, que Elisa se ha tomado un poco de tiempo para la contestación. ¿Os parece bien así, Clarita? —Como gustéis, señora. Recibida la carta, despidió á la señora Biren. Clarita sola con la carta... ¿Qué es esto? se decía llena de cu- riosidad y sintiendo nacer en su corazón ciertos amores que ella creía ya extinguidos. Elisa de un modo inexplicable en mi casa, su papá tras ella tan airado, ahora escribiéndole una carta y nada menos que su mamá portadora de ella. ¿No andará en todo esto Martínez?... ¡Ah!, Martínez, Martínez... Martirio de mi amor en otro tiempo, y no sé si aun ahora no serás el martirio de mis celos. Y por media hora larga, y cerrada y á oscuras, para mejor evo- car recuerdos, dejó desfilar por su memoria las mil tentativas que había hecho antes de la ruina de su casa, para atraerse las mira- das y atenciones de Martínez. Todo había sido en vano. Convencida de que otra más afortunada habria llegado antes ó caído más en gracia, desistió desengañada, retirándose en absolu- to, pero con el corazón muy lacerado. Ella no conocía ni sospe- chaba siquiera quien era la preferida; por eso no podía comparar y deducir, por qué se había mostrado Martínez tan indiferente con ella. Es cierto, se decía, que cuando yo le asediaba por todas par- tes, vino tan á destiempo aquella ruinosa quiebra de todos co- nocida; pero no creo sea el interés lo que atraiga ó retraiga su co- razón. ¡Oh! Si yo pudiese convencerme de que las pérdidas de mis intereses influyeron... pero, no. Si él no quiere tampoco á Eli- sa. Bien sé yo que ella está ciegamente enamorada, pero Elisa es inmensamente más rica que yo, y sería esa ridícula pretensión en un capitán, pues el papá de mi amiga no daría sus millones sino á un archimillonario. Y sin embargo... ¿quién sabe?... misterios, cireunstancias, sucesos y momentos hay en la vida... Y aquí, ho- rrorizándose de un mal pensamiento contra su amiga, dejó la car- ta, abrió la ventana, respiró fatigada y miró al cielo timida, como acusándose de su atrevida imaginación. La suave brisa de la no-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz