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Novela histórica 371 Al siguiente día recibió carta de Martínez con este breve con- tenido: «Dispensadme, Elisa. Cuando os dí palabra de visitaros pensé si irías al teatro sola con vuestra amiga ó con vuestras don- cellas. Aun estando sola con vuestros papás comprendo que no me hubiera atrevido. Y en todo caso, no sé que me parece la pre- tensión de dejarme ver en vuestro palco.—V. S. S. León Mar- tínez.>» Esta carta fue un rayo de luz y esperanza para su corazón. ¿Luego aquel fantasma de mi primo, verdadera noche con ojos de día ha estorbado que viniese? Y no le ocurrió que en eso se ca- lificaba y retrataba igualmente á si misma. Para la inmediata función de gala en que se representaría la ópera Fausto, formó el propósito de desentenderse hasta de sus papás, y presentarse sola con sus doncellas. Y cumplió su propósito venciendo mil difi- cultades, y urdiendo y enjaretando una sarta de mentiras. Martínez, sin embargo, no aparecia por ningún lado. ¿Le im- pondrían también temor hasta las doncellas? Ni siquiera veía su cabeza, tan distinguida entre los militares. Pero tenía el presenti- miento de que vendría, pues había ella allanado las que él consi- deraba dificultades. Cada vez que se abría la puerta del palco de militares ó sentía pasos por la puerta del suyo, creía la próxi- ma aparición de Martínez. Y Martínez por ningún lado aparecía. Oculto de sus amigos, y ocultándose de todo el mundo conocido, luchaba consigo mismo por el temor, la vergitenza, su palabra de honor, y un poco de amor que ya empezaba á sentir por Elisa, y que acaso era sólo afecto de gratitud. Por fin se oye un delicado llamar en la puertecita. A Elisa le dió un vuelco el corazón. ¿Sería el negro? porque ya en otra oca- sión lo había hecho lo mismo, retirándose de casa, fingiendo mar- charse. Era Martínez. Después de un recibimiento lleno de ansie- dad y de cariño se esforzaba por llevarle hasta presentarle en la grada. No pudo conseguirlo; y nadie supo quien había entrado ni por quien se había levantado Elisa. Esta hizo una imperiosa seña á sus esclavas de retirarse hasta ser llamadas, y se retiraron in- mediatamente á la confitería. Martinez y Elisa solos... ella con toda la audacia de su liber- tad, de su educación libre, con todo el amoroso incendio de su co- razón herido, con todo el fuego de su loca fantasía, y él teniendo
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