BCCPAM000521-3-32000000000000

% Ñ ' Ñ! | ratón tear ! | | | 368 Historia de una Cubana querido ella que un ángel inspirase á Martínez la delicadeza de devolver el anillo, diciéndole: Téngalo como regalo mio. En cuan- to al reloj, le bastaba recibir una tarjeta con su firma bajo una pa- labra de gratitud. Y con esto y con que lo hubiera recibido se daba por satisfecha y bien pagada, pues quería ante todo la puerta abierta para abrumarlo de regalos, estableciendo así un correo, aunque fuese sin correspondencia. Elisa, al pronto se sorprendió viendo devuelto con el anillo el reloj, y pensaba que esto sólo po- día obedecer á motivos de delicadeza porque él no tenía una for- tuna para aceptar aquella joya regalando otra igual ó mayor. Y se confirmaba en su pensamiento porque en la tarjeta le decía lla- na y sencillamente que los dos estaban casi en los extremos de la escala social. Esto para ella no era obstáculo, pues en su amor sentía que se nivelaba todo, y no se dió por vencida. Al día siguiente le envió el reloj y más una botonadura de brillantes para camisa cuando vistiese de paisano, diciéndole en carta: que agra- decía mucho le hubiese devuelto el anillo para conservarlo como regalo de él, por lo cual le suplicaba recibiese aquella insignifi- cancia. Y á guisa de postdata le recordaba su compromiso de ir á salu- darla á su paleo el próximo domingo que se representaba La favo- rita. Quedando con ello sobradamente pagada. Elisa Biren. Martínez no tuvo ya valor para devolverle nada. Para escri- birle tampoco. Era ya sábado, y estaba resuelto á ir al teatro. Pero no creía tener valor para presentarse á su palco á no ser como un vergonzante, sin dejarse ver de nadie. De todos modos allá vería. Y allá vió que era punto menos que imposible. Elisa se presentó soberbiamente vestida, y ya muy adelantada la función. Entró con gesto de contrariada; casi desdeñando el brazo de un negro elegantisimo, y seguida de sus papás. Á Martínez no le pasó desapercibido ni un detalle. Notó desde el palco de militares que su pollo quería servirla y ella no se dignó darle la magnífica redecilla de oro que se quitaba de encima, dejando perfectamente al descubierto todo su escote. Elisa y su desairado, eran primos carnales, hijos únicos de dos hermanos riquísimos, y que estaban empeñados á cual más en casarlos. La negrita no había querido nunca á su negro primo, porque, decía ella, le veía totalmente en-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz