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AS E o at dr ca Novela histórica 363 —No... se casa con el hijo arrogante del Capitán General. —¿Y querías que no me sonriese sorprendida é incrédula? —Pues, hija, ¿y qué tienes que decir de él? —Nada. Delita ha tenido buen gusto al elegir entre todos los que se le han presentado. Pero de que esa sea su elección, á que el hijo del General sea el mozo más bizarro y más hermoso del ejército... media un Martínez. Y como Clarita le mirase con ojitos alegres, como queriéndola decir ¿por qué á tí te gusta más? Elisa se adelantó á sus palabras, diciéndole:—no, si no es á mí sola á quien tal parece. Es á todas las cubanas, entre las cuales estás tú, queridita amiga. Y como por toda contestación notase en Clarita un graciosísimo pero ne- gativo mohín de cabeza, le dijo más seria: —Te hago una apuesta. Me regalas una joya, la que quieras, 6 te la regalo yo si pierdo. Elije tú dos de las que se presenten al baile, que sean imparciales, que tengan ya sus novios, y les pro- ponemos el caso. Estoy cierta que fallan á favor de Martínez. Y no sólo comparado con el gallardo hijo del General, sino compa- rado con todos los pollos que se presenten al baile, sean ó6 nó mi- litares. —¡Bah! —Nada, nada. Díme si aceptas ó nó. —Acepto, sí. Veo Elisa que le amas más de lo que yo pensaba, y ya pensaba que le amabas mucho. —¡Ah! no me hago ilusiones, amiguita mía. Sé que nuestro co- lor de pura raza india les gusta poco, y les repele á los que vienen de Europa. Bien que tú eres ya mulata, y hasta casi del color de muchos europeos. Les hemos visto inclinarse alguna vez, y casarse; pero á la legua se conocía que miraban nuestro negro rostro con el prisma blanco de la plata que producen nuestros riquísimos inge- nios. Pero ¿tú has visto á Martínez, una sola vez siquiera, galan- tear en conjunto ó separado, á lo blanco de nuestra plata ni á lo negro de nuestro rostro? Con bastante dolor de aquella exacta ver- dad, Clarita quedó apenada y sin saber qué replicar. Llegó la noche del baile. Aquello fué un derroche de lujo, y una ruinosa competencia entre las cubanas, como si se tratara de un premio de mil por ciento á quien más gastara. Después de la marcha real para descubrir el retrato de la jo-
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