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MN AN INN l > ONDA AL RS RN DO RO REA ETRE E pa RS E RR CET AN AN — ches y diademas, aderezos todos de incalculable valor, cortándose y cosiéndose trajes de todas formas, para todos los gustos y para todos los talles. El tiempo urgía. Avisos, recados, asistentes, ca- mareros, cocheros, lacayos, todo estaba en movimiento con febril emulación. Después vendrían las pruebas, los espejos, el mirarse y remirarse, la consulta á la mamá y á la amiga, y el quedar contenta 6 nó. Y luego, más tarde, vendrían las ruinas, las quiebras, los disgustos, los engaños en unas, los desengaños en otras, y en mu- chas los daños irreparables. Elisa había convenido con su amiga Clarita probarse las dos juntas el traje de soirée, ante su soberbia luna veneciana un día antes del gran baile. Verás cómo se presenta Delia, la novia del hijo del General— decía á Clarita su amiga Elisa.—Entrará, por supuesto, la última al gran salón, cuando todo esté hecho un sol de medio día; entra- 'á asida del brazo de su papá, dándole apenas el suyo la mamá, mostrando ya sobrado trabajo en sostener la cola al luminoso co- meta; parecerá enmedio una araña de cristal con tanto diamante y la verás con una sonrisa de angustia en los labios, mirando á todas como queriendo decir: compadecedme, amigas, si vengo á deslucir la fiesta, no se han encontrado más ni mejores en las mise- rables joyerías de Nueva York, de París, ni de Londres. Y la muy vanidosilla, que ha sabido superar á la madre, vendrá persuadida de que con sólo su presencia va á producir un eclipse en todas. —Pero no podemos negarle, —observó Clarita—su buen gusto para todo. Las habrá más ricas, pero no más lindas. Y dice que se casa con el mozo más valiente y más hermoso del ejército. Re- sultará, pues, una pareja digna de pagarse por entrar á verla. ¿Por qué me miras así? ¿De qué dudas, qué no crees? ¿Acaso que le reconozco elegancia y hermosura sobre todas nosotras? —No. —¡Ah! Porque eso lo vemos todas. Hija, no me explico tu ac- titud y tu sonrisa. ¿Te extraña acaso haya dicho que se casa con el mozo más valiente y más hermoso del ejército? Porque eso está todavía más á la vista. —No, no me extraño todavia de eso. Me extrañaré, y muy mucho, si pronuncias otro nombre distinto del que yo voy á decir. ¿Se casa con el Capitán Martínez?
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