BCCPAM000521-3-32000000000000

28 Equivocación... certificada. Excuso el deciros que en ese tiempo mi amiga agotó todos los recursos femeniles para agradar y enamorar á su hués- ped. Su hermano y mi esposo influyeron con Bismarck y después de una breve conferencia y vencida alguna dificultad nominal, entre los tres convinieron y arreglaron todo de modo que al poco tiem- po Hereford era recibido en la milicia. A la carta certificada huBo 6 nó contestación, no sé, no lo recuerdo; pero el caso es que á los setenta días de su llegada se casaron. Dos meses más tarde me ca- saba yo con el socio de su hermano. ¡Pobre amiga mía! cuán poco duró su felicidad. A los diez meses poco más ó menos moría dando áluz á Orlando. Y yo, de aflicción y de sobresalto, casi á las mis- mas horas daba á mi sietemesina. Orlando repugnó tres nodrizas; aun la de mi hija, á él lo tuve que criar yo, y lo he criado con el mismo interés, cariño y amor con que lo hubiera hecho mi amiga, su propia madre. Yo le he tenido, yo le he puesto preceptores en mi casa, yo le llevé al colegio de nobles, yo lo distraía en vaca- ciones, conmigo ha viajado, conmigo ha vivido siempre. En suma; él no ha conocido, ni ha necesitado, ni ha echado en falta otra madre; y yo no he distinguido jamás entre mi hija y mi hijo. Ellos han vivido juntos, han crecido, se han tratado y se han amado como hermanos. Pero al fin, hermanos no eran. Con la des- gracia de mi amiga, Klopstoch se agravó hasta la parálisis. Yo he regido y he gobernado desde entonces la casa de Orlando, pues su padre rehusó siempre contraer segundas nupcias, y se ha conser- vado viudo el más intachable y honrado. Había entre nosotros un como tácito convenio de casar á nues- tros hijos. Pero así como Hereford, hablando con Orlando y refi- riéndose á Raquel le decía tu hermana, yo por el contrario, ha- blando á Raquel y refiriéndome á Orlando, le decía tu futuro espo- so. Y ha resultado que en ella se despertó todo el amor de una amante; y él sólo siente por ella todo el amor de un hermano. Mi bija había rechazado nobles ricos y potentados pretendientes; Ur- landoy al parecer, vivía sólo para la familia, por más que se le traía y llevaba en lenguas con una condesa coqueta, Todo hacía presumir que Raquel y Orlando habían nacido el uno para el otro. Tenían ya 21 años, y Hereford, mi esposo y yo, no sin algunos preámbulos, afrontamos seriamente la cuestión ante ellos, plan- teando expresa y directamente la proposición, desideratum de teda

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz