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A PP 3840 Edqlivocación... dole en el Bamberg. Su papá, después de cuatro horribles vaivenes de cabeza con que denunciaba una extrema resolución tomada, un jugar el todo por el todo, le siguió. Los tres ocuparon el coche y se dirigieron al Palacio Bamberg. Falta gravísima, si ya no hubiese otras mayores en el General, penada terriblemente en el código masónico, que exige á sus afi- liados desatender hasta los llamamientos reales ante una cita de la logia 4 la misma hora. Un murmullo, semejante á la crecida de un arroyo, eundió por la concurrencia del Bamberg calmando todas las ansiedades, de algunos las impaciencias, y de otros los temores. Ya viene, ya y viene—se decian—ya sube, ya sale ella. Raquel, seguida de las Duquesas se acercaba para bacer su en- trada por una puerta á la par que Orlando por otra. Este subía ya la imperial escalera entre su papá y otro señor de buena estatu- ra, vestido de riguroso luto y con sombrero de teja. Los tres en- traron en la regia sala en medio de la mayor estupefacción. Ante tanta carne desnuda, no por falta de tela, sino porque la indecen- cia arrastra lo que la decencia pone más arriba, el buen párroco sintió un movimiento de natural repulsión por el pudor abofeteado y la honestidad herida. Raquel se presentó con una toilette mara- villosa que hacía de ella una flor en capullo guardando toda su O —_ 7 aroma. Supo bien interpretar los sentimientos de su prometido, aunque bastante pena tuvo ella de dar una lección á la moda deshonesta y al traje de soirée de sus amigas. Era su vestido blanco, natural- mente blanco, inmaculado, un albo niveo, quisiéramos poder decir el pensamiento de la blancura. El encaje que iba del cuello á la falda estaba combinado con azahares, gérminans fleurs de París, tan bien confeccionadas que daban ganas de aspirar su perfume. Pero de todas aquellas flores Raquel era la reina por su hermosu- ra y belleza. Respecto del cura párroco, todos se hicieron esta pregunta, pe- ro en silencio: ¿4 qué viene aquí? ¿cómo no va á la cocina el saco de carbón? El Venerable Pastor de aquella grey, en el acto de presentarse los contrayentes al salón, abrió el Ritual dejándolo en el atril pre- parado al efecto; con una y otra mano mesó dos veces su larga, AA rta A A o ; . A Aa | Pi

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