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a — com ser, 838 Equivocación... | tan pocas letras tuviese en suspenso acto tan deseado y solemne, 13M y que-hiciese esperar á tan respetable asamblea. El billete lo ha- MN bía recibido el Coronel casi al tiempo mismo de salir. del Palacio Ñl Klopstoch para el Bamberg. Era la logia, y sólo decía: preséntese á la penitenciaría donde se le espera. Todos los colores del arco iris se reflejaron sucesivamente en A A A A eGT a Mi etA y al | el semblante del General. Orlando notó los cambios. 1d] —¿Estás enfermo, papá?—le dijo al verle sentarse como herido repentinamente por enfermedad mortal.—Me inspira temor tu rostro. Hereford por toda contestación le enseñó el papel. Orlando lo leyó y lo entregó sin pronunciar palabra. probar lo que aborrezco á la logia; que así te tiraniza. Recuerda te ' avisé en N... que debías estar preparado. Tú sabes si lo hiciste h i con el Cardenal. Te dije tambien que yo no dejaría de obrar nada que pudiese Ml i —Hijo mío... —dijo el General rompiendo aquel embarazoso si- 3N lencio—ha llegado el momento de probarlo, que amas á tu padre. i No te cases. —Papá...—opuso Orlando afligido pero resuelto—el caso de i ñ probar lo que amo á mi padre, pasó. Ahora ha llegado el caso de 1 interpretarse como temor ni aún respecto á.la masonería; y esto 110Ña aunque por ello se atravesasen los mayores peligros propios ó aje- nos, personales ó nó, de intereses ó de vidas, y esto aún cuando H me lo quisiesen paliar con pretexto de prudencia. El mismo reme- pl dio de salvación que te propuse te propongo. No necesitas sino ce- Ñ rrar los ojos al respeto humano, y niaún cerrarlos, pues no has de 114% vivir aqui. Inmediatamente de la boda vamos á Londres. Haz tú lo mismo viniéndote con nosotros. De lejos es más fácil ocultarte. 114 El retiro lo tienes cuando quieras, de donde quieras pedirlo. Puedes vivir hoy en Londres, mañana en Paris, y pasado mañana en Ro- ll ma, en Viena, en Petesburgo, ó en una alden de tres casas. Nada El echaré yo en falta con tal de salvarte, ni Raquel tampoco estando Hl conmigo. —¡Qué dirán! y que dirán todos mis... no, no, no tengo fuerzas. ¡Oh!....—exclamó de súbito levantándose con expresión colérica— no tengo fuerzas para marchar, la muerte es segura si no marcho,

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