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Novela histórica 329 Orlando han venido á Berlín con ellos, y están, y estarán unos días en el Palacio Klopstoch. Todos están allí. —¡Inexplicable! —Pues así es, Canciller. El General contento, conforme por lo menos; su hijo, no se diga. Es todo cosa de Orlando, y ereo que él mismo habrá gestionado que sean trasladadas para tener ocasión, por gratitud, de derramar á manos llenas los beneficios sobre ellas y sobte la Comunidad de papistas á que pertenezcan. Digo sobre la Comunidad, porque á donde vayan las presenta- rá él mismo, y propondrá á la vez á la Superiora fundar un nuevo hospital ó colegio de ellos y para ellos, haciendo frente á todos los gastos. He oído algo á Hereford. Es lo de menos eso, amigo mío. Mi visita se reduce á suplicar tu influencia, toda tu influencia, para impedir que Orlando se case con Raquel. Sin duda envalentonado con la pregunta. del Rey ¿recuerdas? ha tenido hasta el atrevimiento de señalar la fecha, una se- mana. —La verdad es, Martina, que así lo dijo en el convite S. M. R, Y recuerdo añadió: lo que ha de ser, luego. De modo que hablando en rigor, está en su derecho. Tiene ya extendido el retiro, y le basta decir al Rey; pues bien, se cumplen los deseos reales de V. M.; será la boda, y será cuanto antes, dentro de ocho días. Dijo nuestro Soberano que hasta el regalo le tenía preparado. ¿Lo re- cuerdas tú? —Si no te conociese, Bismarck, incendiarías mi sangre con tu sangre fría. —Pues no me conoces en esta ocasión, Martina. Dispénsame que te lo diga. —¿Pero acaso S. M. no habló pensando que así interpretaba y traducía el sentir de la familia? —Cierto, porque sabe que ese había sido siempre, y nada le constaba en contrario, para haber callado siquiera. —Pues es preciso que le conste, y para eso vengo. —¡Hum!...—dijo Bismarck como echando la cabeza para atrás, que era en él indicar no estar dispuesto á hacerlo. —¿Pero es gusto tuyo que Orlando se case con Raquel? —Nada menos; de ninguna manera. —¿Y pues? -

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