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+ MA (CAY EAS AAA AA CAY ME E iia IS CAPÍTULO XXI! €l diablo predicador ) Jf) AQUEL se desesperaba de que sus papás nunca volvían. ON ¡Tenía ella tanta impaciencia por decir cuanto antes A ) 4 su mamá que urgía el tiempo, que sólo quedaba una semana para preparar la boda! ¡Ah! si hubiese de casarse ella no se entretendría con papistas. Las Religiosas quedaron instaladas en la parte de mayor aisla- miento del Palacio, teniendo dos camareras á su inmediato servi- cio y muy cerca de sí. El General y su hijo ocuparon el primer piso. Martina y David volvieron al Bamberg. Ella, siempre preocupada con lo suyo, preguntó luego, aún en coche, á su marido: ¿qué te parece de esa singular papista, Sor Francisca? Y él le contestó en el acto, como si también hubiese pensado algo respecto de ella: me parece tiene tanto despejo, que podía gobernar mi banca mejor que yo, acrecentando algunos tan- tos á mi 75 por 100, acaso hasta el 78 por 100. Era inútil que Martina continuase con lo suyo. —¡Mamá!... ¿qué te haces? -¡Hija mía! estoy sentada todo el día meciéndome en la pol- trona y sin más ocupación que darme fresco con el abanico. Tú estás cansada de descansar, y yo necesito descanso de puro can- sada. Sin embargo, me tienes ya á tu disposición, y díme qué quie- res que haga. Pero explicame antes ¿por qué á estas horas estás levantada, y qué haces aquí?
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