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822 Equivocación... gusto tan exquisito que recibía nuevo realce. A pesar de que ella estaba acostumbrada á todo, y no sólo no le sorprendía nada, sino que pudiera dar razón y explicación de las obras de arte y de su siglo, de las pinturas y escuela á que pertenecieron, no obstante, un cuadro le sorprendió por su maravillosa belleza, y segunda vez dirigió hacia él la vista, casi involuntariamente. Conoció que Martina había notado su sorprésa, y entonces, no como con curiosidad que se oculta y avergiienza por descubierta, sino con sincera franqueza, que enamoró á Martina y le denunció el buen gusto, buscó con aire de inteligente la luz que diese á SOS- layo en todo el cuadro. —Verdaderamente es una Raquel hermosa. —Verdaderamente lo era. ¿No os lo decía yo en N...? Es Flor, mi amiga del alma, la mamá de Orlando, muerta al darle á luz. Martina derramó una sincera lágrima, el General se enterneció, Orlando rezó en silencio un Padre nuestro, Sor Leona comparó. —Aquií, á este otro lado, de frente, tenéis al General á luego de casado, hecho por el mismo acuarelista. Sor Leona se impresionó vivamente. Era muy natural que Sor Francisca no prodigase el merecido elogio. Martina continuó: ni como él, ni como ella, ni como los dos. No había otra cosa seme- jante. Era la pareja más hermosa de Alemania, El General se había detenido ante el cuadro de su mujer, por- que vió á Martina dirigirse á su retrato, y ya sabía el consiguiente panegírico. Orlando no podía comprender aquella afabilidad hacia Sor Francisca y aquella minuciosidad de detalles; notando visiblemen- te el empeño que Martina demostraba para agradarle en todo, á medida que la Religiosa se dejaba conocer más inteligente. Cuando he llegado del Palacio Bamberg,—reflexionaba para sí Orlando—la he visto con semblante sumamente contrariado, debía ser por haber ido á saludar á Raquel sin un permiso que no hubie- ra obtenido. Durante la cena su papel se ha reducido á escuchar las bellísi- mas descripciones que de los paisajes vistos en el viaje ha hecho Sor Francisca, quien parece la encanta con su conversación; y bien que su elocuencia extasia, pero mamá no se deja así fascinar tan fácilmente por una papista.

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