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Novela histórica 317 cargó y el proyectil pasó por entre los dedos hiriéndole dos muy levemente. Al grito que le dió Orlando llamándola, quedó la infe- liz anonadada. El se apoderó luego del revólver para que no si- guiese disparando. Los lacayos acudían á defender del ladrón al señorito, y el cochero de alquiler saltaba también del pescante en el acto para defender á la doncella que llevaba dentro. Raquel se retiraba de la ventanilla al fondo, al rincón del coche, espantada por la detonación, acurrucándose por el miedo, aturdida de lo que había hecho, casi desmayada por todo punto. Orlando hizo entrar inmediatamente todo el coche para poder cerrar las dos hojas de la portada, ordenando al portero decir á las gentes detenidas que no era nada, que se habían creido un asalto. —¿Cómo se llama V.?—preguntó al cochero. —Muklemburg Vithard. —Está bien. Este coche es de alquiler. ¿Qué número tiene? —127. Orlando lo apuntó todo, y poniéndole en la mano unas mone- das de oro, le dijo: V. es el único testigo de lo ocurrido. Guarde V. bien su boca para no dar ocasión á que esto sea interpretado de otro modo por la prensa ni por nadie. Quite V. la tablilla del núme- ro para salir cuanto antes se le abra la puerta, y ruede para ale- jarse sin que se deje alcanzar por ningún curioso. Sacó en sus brazos á Raquel, y el cochero advertido huyó. Los lacayos se habían retirado á respetuosa distancia esperando una señal para prestar servicio. Raquel... hermana mía... esposa mía...—le susurraba Orlando al oido teniendola aún abrazada.—¿qué te has creido? ¿no me has conocido? Como rocío del cielo, estas palabras hicieron resolverse en lá- grimas á la infeliz, si no, da un estallido. Si Orlando se contiene en «Raquel... hermana mía» es bien cierto que éstas hubieran sido las últimas palabras que oyera de la boca de su amor. Aquel «es- posa mía» y aquel delicado ¿no me has conocido? que excusaba toda culpa, fué para ella como un bálsamo del alma, como una inyección de vida que reaccionaba todo su ser. En el Palacio quedaba poquisima servidumbre pero todos ha- bian acudido alarmados por la detonación,

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