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o DU QU QU Y LY RU Ra Ba CAPÍTULO XXI €l tiro destinado ú la papista fué para Orlando NE ODAVÍA se oía el rodar de los coches, cuando Raquel ¡l llamó á Frida para decirle muy desconfiada: => —¿Pero mi mamá habrá preparado todo bien? ¿Con tanta prisa no se le habrá olvidado nada? Y todo esto lo decía vistiéndose apresusada, llenando de admi- ración á la camarera. Poca cosa le ayudó ésta, y viendo que ni le dejaba continuar ni perfeccionar detalles, Frida le dijo: —$i la señorita me lo permite, yo iría al Palacio Klopstoch á enterarme. —No. No tengo paciencia para esperar, ni la tendré después si antes no veo yo todo por mi misma. Frida se disponía á salir con ella, pues había prohibido prepa- rar coche y era imposible que sola y andando tan tarde llegase bien al Klopstoch. Pero Raquel, viéndose seguida por todo, y por toda la escalera casi hasta la entrada, le ordenó terminantemente detenerse por- que quedaba poco servicio en Palacio. La doncella extrañadísima, pero obediente, llena de pena la dejó partir sola, temiendo una justa reprensión de la señora. Pasado su Palacio, habría andado Raquel siete minutos; tomó el primer coche miserable de alquiler, y se dirigió á la, estación. —Yo debía haberme preparado de otro modo—se decía mien- tras rodaba el vehícudo. Una no lo piensa todo, y aun lo que pien-

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