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Novela histórica 311 Martina llegaba del Klopstoch algo retrasada, y no poco preocu- pada. ¿Me llevaré á Raquel á la estación?—se preguntaba. No le conviene ir, y yo me alegraría que no fuese. Pero ¡cá! aunque no sea más que á padecer, ¿cómo resignarse á dejar de ver á Orlando un cuarto de hora antes, á su misma llegada? Frida, la primera camarera de Raquel, se lo dió todo resuelto á medida de su deseo. —¿Ha vestido ya á la señorita? Avisele que es tarde. ¿Está preparada? —Está todo el día en cama, señora. Tiembla con escalofríos. —¿Pero novedad mayor? no; me hubieran avisado ustedes. —No, no. Que se sentía todo hoy desagradablemente impresio- nada. —Ya. Es nada.—Y fué á verla. —¿Raquel?... —Déjame, mamá. Recíbeles, y salúdales tú por esta noche. Yo lo haré mañana. Martina no insistió más ni poco ni mucho. Expuso sólo la pena que tendrían de que no estuviese bien, y más al darles á entender que no debían molestarla á su llegada, y partió para la estación.

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