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Novela histórica 307 bería hacer para ejecutar su plan preconcebido, pero necesitaba recibir como un nuevo impulso. La carta del General le había he- cho pensar que la salida de su mamá de aquel día y del anterior obedecía al arreglo del Palacio Klopstoch para instalar en él á la papista y á Orlando. Nada extraño que al día siguiente volviese á salir. Raquel despertó muy de mañana y procuró no dormirse, ace- chando oído alerta todo movimiento; todo ruido de la casa, hasta convencerse de que su mamá salia. Pero Martina no salió en toda la mañana, por más que desde muy temprano vestía traje de calle. ¡Qué desesperación! Las diez, las once, las doce. Raquel no tuyo más remedio que levantarse devorada por la impaciencia. ¿A qué podía obedecer aquella detención de su mamá? Vió exten- dido en el paso el paraguas de algún sirviente, y se alegró, pues sería la llovizna causa de la suspensión, y ya el sol quería refle- jar sus rayos por las vidrieras en algunos ventanales. También el landó estaba detenido en la portada. ¿Desde cuándo estaría allí? Pero todo denunciaba un decidido empeño de salir, en coche 6 andando. Ramberg se levantó de la mesa á su despacho. Martina se puso el sombrero y tomó los guantes para marchar. Raquel estaba cier- tisima de que le habían de contestar que no, y por eso pidió á su mamá con mucho empeño salir á pasear con ella. Negativa redonda. Martina salió en un landó, y Raquel también al poco rato en otro. Que su madre regresaba antes á casa y 8e encontraba sin ella; ya le contestaría que necesitaba pasear y no había querido llevarla. Pero Raquel, á la media hora, estaba otra vez en casa, y Mar- tina no regresó del Klopstoch hasta la noche. ¿Qué pudo hacer Ra- quel en tan poco tiempo? Nada. Todo si se quiere. Juzgaba ella á Orlando tan necesario para su felicidad, como para conseguirlo legítimamente juzgaba necesaria á la adivina. Allí había ido, pero la tal no estaba. —¡Qué sorpresa! ¡qué pena! Encontró sí á la misma portera que antes la había recibido. —Pero puedo detenerme y esperar un rato —le dijo Raquel. —Es inútil, hermosa joven; mi divina señora no volverá hasta muy entrada la noche. Ha ido á domicilio para algunas sesiones. —¿A domicilio? o Í | PP P e e In — ms

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