BCCPAM000521-3-32000000000000

Novela histórica 308 El General quería hacer testamento consultando con sus dos hijos. Para eso Hereford escribió á Martina tuviese avisada á la servidumbre del Palacio Klopstoch, pues tal día, saldrían todos cuatro. También Orlando escribió á Raquel que deseaba encontrarla completamente bien, y que pronto se casarían, pues ya había arre- glado con el Cardenal una diferencia, para lo cual, él gestionaría. De inmenso júbilo fué para Martina la carta del General, pues con la boda de la papista veía ya conjurada la mayor de todas las calamidades... un papista para su hija. Igualmente se regocijó Ra- quel con la carta de Orlando. Bien lo necesitaba la infeliz. Al con- cluir una y cien veces la lectura del amoroso escrito que Orlando F dejara, volvía á leerlo cien y mil. Así pudo pasar los días de ausencia contrarrestando las amar- gas dudas que Orlando suscitara en ella con su actitud y palabras de última hora. Bien había pensado volver ella en persona á la adivina para ese nuevo caso de incertidumbre que le desgarraba el alma, pero se encontraba tan débil, tan sin fuerzas, que necesa- riamente tenía que guardar el precepto de Orlando, de no salir de Berlín ni de casa. Ni aún de su cámara había tenido gusto de salir y si no por los ruegos de su mamá y sobre todo por las prescrip- ciones del Dr. Behring, tal vez ni del lecho se hubiera movido. Así que cuando recibió la carta besaba los dos papeles cuyo con- tenido tan en armonía estaba el uno con el otro y los dos con su corazón. El gozo le hacía llarar y el amor le hacía reír. Conjunto que no podía pasar desapercibido á Martina. Cuando ésta llegó de dar órdenes de arreglos en el Palacio Klopstoch, encontró á su hija llena de alegría contra toda costumbre. Pero ¿qué tiene esta criatura—preguntaba Martina-—si rie y llora á la vez con satisfacción inusitada? —Mira, mira, mamá—gritaba Raquel, al verla—mira lo que di- ce Orlando. He recibido carta mientras has estado fuera, y deseaba volvieses pronto para decirte que prepares todas mis joyas y en- cargues para mí todos los trajes de boda. Martina pensó si deliraba su hija, si sería una ciega que soñaba leer y leía lo que apetecia. Tomó la carta de manos de Raquel, tomó también el papel larguísimo que la noche antes de su marcha le enviara, y lo vió todo tan distinto de lo hablado con el General, BN 3 lE ES el NS Ñ

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz