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Novela histórica 299 —Eminencia ¿sabe bien mi comprometida situación? —Si; la sé muy bien, General. Pero V. E. no sabe su libertad. Está fuera del ejército, y nada puede temer el respeto humano y que dirán. Respecto de la logia, puede vivir desconocido en cualquier parte del mundo. —¿Cómo? ¿Me han degradado en el ejército y me anuncia li- bertad? —No, papá; estás fuera del ejército porque antes es tu vida y la mía. No por la degradación. Estás fuera del ejército como lo estoy yo también; con la sola diferencia, que yo, sólo tengo que pasar por el Ministerio de la Guerra para recoger el retiro, ya extendido, y tú, para el tuyo, sólo tienes que confirmar mi petición hecha á nuestro Soberano y concedida por nuestro Rey con esa con- dición. —¿Pero qué has hecho, y cómo has hecho eso? —Papá, te dije que había medios de salvarte. Te pregunté si confiabas en mí, y recuerda me contestaste: completamente. Era ese el único medio de salvarte. Tú quedas en libertad de aceptarlo ó desecharlo. Consultado, hubieras dicho que no. Lo hice como cosa únicamente mía. Pero te advierto, si lo re- chazas, que todos tus temores de muerte, y deshonrosa, son funda- dos, y que yo no dejaré de obrar el bien por evitarlo. Más te digo, temo algo peor para tí y sin remedio eternamente, si, desaprove- chando esta ocasión que Dios brinda, vuelves á Berlín sin prepa- rarte á la muerte. —General...—le preguntó el Prelado entre enternecido y serio— ¿queréis seguir mi consejo? —¡En qué conflicto me encuentro! —Sin embargo, no vemos el caso desesperado. —Yo lo veo sin remedio. Prefiero morir como quiera que sea. No tengo fuerzas para salir de la milicia, ni para romper mis com- promisos. Me abrasará pensar lo que han de decir, aunque yo no lo oiga. No obstante, hablad, Monseñor, y aconsejadme. —Creo que ante todo debéis estar preparado reconciliándoos con Dios. De aquí no os ha de venir daño ninguno. Lo demás pen- de de que confiéis en vuestro hijo. Verdaderamente tiene en sus manos vuestro crédito, vuestra honra y vuestra vida. Quiere sal-
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