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CAPÍTULO XX Raquel vuelve 4 Lady Sara H!.... no, no. No saldrán de aquí, Mres. Llegan á mesa 4 puesta para vosotros—desde luego quiso ganarse la con- Í fianzaa—y además estáis en vuestro Palacio. Asi hablaba el Cardenal de N... á Hereford, padre é hijo, des- pués de abrazarlos con efusión. —Supongo—continuó—que es mucho lo que Orlando ha de contarme, y yo quiero tenerlo todo el tiempo acá. ¿No es verdad, General? —Es verdad, Monseñor; y acaso tanto ó más tiempo que Or- lando necesito yo. A Orlando se le ensanchó el corazón oyendo de tales labios esas palabras. Deseaba ardientemente que el Cardenal se insinuase tanto en el ánimo abatidísimo de su padre, que le inspirase la mayor con- fianza. ¡Estaba tan necesitado de un pecho amoroso que recibiese los secretos abrumadores del suyo, y de unos brazos tan poderosos que deteniendo la ira divina tantos años represada, al levantase hiciesen también descender sobre él un secreto amplísimo de per- dón en confesión sacramental! Orlando no pudo reprimir un sentimiento de amor filial hacia su padre, y con la ternura más insinuante, le dijo: —Papá, estamos en camino de salvación. Recuerda tus gran- des temores de una muerte próxima y violenta. ¡Dios no la per-

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