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€ €_e—MOÓ 290 Equivocación... ta rota probaría tu inocencia, porque ya no vivías. Yo si que siempre te tuve por muerto, hasta que Orlando..... y Así por este estilo fué enterándole de lo que sabía referente á 4 él y su mamá. i j | Al Orlando mientras tanto tomaba el coche que dejara á la puerta 11 del hospital. Le urgía una conferencia con la primera autoridad ¡ civil para saber en qué condiciones estaba en el asilo el padre | de la finada. -¡Oh! perdón, Mr. es larga historia.—Así le contestaron á la | primera pregunta. 1 —Pero ¿no puede salir del hospital?—insistió Orlando. Ñ —;¡Oh! si; pero será para volver á la cárcel. —¿Y no puede salir de la cárcel? $ —¡Oh! para ir á la horca, sí. A —¿De modo que no hay medio de mejorar la suerte de ese | infeliz? ) ¡Oh! sí, aunque sólo en lo accidental. —Espero de su bondad me indicará ese medio. Tengo verdade- ro empeño en socorrerle en lo accidental si más no puedo. ¿Me permite verle? —¡Oh! sí. Pero sólo verle, pues para entrar á hablarle es indis- pensable la policia que de aquí se enviará para que se entere de cuanto puedan hablar. Esto no convenía á Orlando. Y á su perspicacia no se ocultaba que cuanto más interés tenían sus preguntas, más sospechoso se hacia á la autoridad con quien hablaba. —No; no tengo interés ninguno en enterarme de su historia ni inAT Ti az ii cdi lat dc it vai as = de las causas de su triste estado. Sólo deseo verle para saber en qué puedo mejorarlo, ya que de la cárcel ó de la horca no puedo librarle. La autoridad escribió dos letras y lo despidió con un agente que le acompañase. Orlando vió un ente indefinible. Un anciano, negro, enjuto co- mo de 60 años de edad, pero realmente tenía 75, ágil, vivaracho, | completamente calvo, y con todos los movimientos y modales de j joven, destrozado y hasta andrajoso, no obstante se conocía en el h traje calidad y buen gusto. Un cuartucho oscuro, reducido, desamueblado; un banquillo
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