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Novela histórica 289 Esta conocía bien al General de verle tantas veces en el hospi- tal visitando á su hijo. No así el General que apenas se habia fija- do ni en Sor Francisca, que fué la primera á quien habló. Al verles ahora entrar solos se convenció de lo que temía y sospechaba. Sin embargo, no preguntó por su mamá, sino que pri- mero llamó padre al General sin más presentación y él la llamó hija, abrazándose mutuamente y llorando á cual más. —Hoy ha cambiado Dios en mí los papeles. En vez de decir madre sólo, diré sólo padre. ¿Es verdad, hermano mio? Orlando, en vez de contestarle á lo primero, le abrazó por lo segundo, llorando como su padre. Pero ella insistió en saber el por ' qué de aquellas últimas voces tan alarmantes que había oido á su mamá, rogándoles que nada le ocultasen, pues al no verla allí y el saber que su existencia, como decía el médico algunas veces, pendía de una impresión violenta, todo le hacía suponer una muer- te repentina. ¿Qué mayor confirmación? Lloraban y no contestaban nada. —¡Sea Dios bendito! —dijo al fin la Religiosa. —¡Ha sufrido tanto! A mamá era indiferente la vida; le era hasta pesada. Sólo deseaba verle antes, papá, verle, hablarle un momento siquiera y morir. El General lloraba por todos los años en que no había llorado, Y á fe le hacía bien llorar y desahogarse. Así lo entendió Orlando y les dejó solos. Sor Leona, á intervalos, refería á su padre con- versaciones habidas con su madre respecto de él, hechos de verda- dera hambre, miseria y vergúenza antes de refugiarse en el hos- -pital, y todo esto, en aquellos críticos momentos, era de un efecto inexplicable en el General; le tenía embargado la emoción. Ade- más que su mamá le tenía por muerto, y que en algunos momen- tos también, enloquecida por el dolor, había querido matarse. Otras veces se levantaba de improviso, y como si quisiese resu- citarte con gritos, á mí me espantaba oirla llamarte sin consuelo, cada vez más alto, hasta que caía rendida, sin fuerzas, aletargada. Llegó á decirme muchas veces que si ella moría, le quitase el anillo y lo echase al mar juntamente con una carta en dos peda- zos que guarda en su baúl. Procura recogerlo todo, papá, por si hay alguna cosa que pueda comprometerte. Ella decía que sí en vez de muerto estuvieses en manos de la justicia, con esta car- 19

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