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E RMC A RA E TRA AE 2 GO GEA TES RDA CARR AAAN ; E 286 Equivocación... diciéndome que tú no lo habías usado nunca ni lo usarías ya jamás? . —BÍ1; lo recuerdo. — ¿Y quieres que un niño, aunque sea con peligro de romperlo, no abra y cierre cien veces solo y con sus compañeros cuanto pue- da abrirse en un reloj? Pues yo ví eso el primer día. Juzgué enton- ces que esa figura era un capricho de fábrica, pues vé que está he- cho en Nueva York y yo creí que así sería aquella gente. Pero después, papá, tú sabes lo que he leído y lo que he visto. Y la primera vez que se presentó á mis ojos algo parecido y hasta cierto punto idéntico á ese retrato, no podía para mí pasar desapercibido. —Pero hijo mío ¿4 qué escenas me has expuesto? ¿Cómo no me previniste también.... —Papá, yo no sabía nada de ella; yo sólo te traía para que co- nocieses, para que reconocieses á la papista, á mi muy amada hermana..... á tu desconocida hija. ¡Orlando!..... El General se levantó, pero sentóse inmediatamente otra vez llorando, cubriéndose el rostro. El hijo le dejó desahogarse libremente. Le dió un beso amoro- sísimo en la boca y otro. en la mano, y salió á prevenir á su her- mana. Papá entrará luego—le dijo á Sor Leona—hasta ahora nada sabía claramente y de cierto. Yo quería que viéndote recordase i alguna cosa, sin que yo tuviese que hacer para nada historia de su pasado, pero Dios ha permitido otra cosa. Vendrá sabiendo ya quien eres. —Yo te había prohibido..... ' —No, hermana mía; acuérdate del Cardenal. Vendrá papá, y te abrazará, y te reconocerá como hija. ! —¿Y se ha visto ya con mi mamá? > —ul, -¿Y qué le había sucedido cuando ha gritado? —La emoción al ver á papá después de tantos años. —¿Y han ido los dos á ver á mi abuelito? ¡Ah! el abuelito no perdonará á mi mamá, y á papá menos. Parece le alimenta el odio, el rencor que le anima contra el uno y contra el otro.

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