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Novela histórica 273 ni siquiera respirase para no interrumpir al canario que modulaba entonces arpegios tan divinos. Palmira estaba en el piano, y al notar la presencia inesperada del recién llegado, ella que adivinaba la verdadera causa de sus ausencias y que la nostalgia le traia, con habilidad inimitable, in- comprensible, dió otro giro á su canto, y lo acabó así, trinando su VOZ: Puso el ave una uña en la jaula Queriendo dejar fuera el corazón... Palmira desconfió de sí misma. A pesar de la intención que tuvo de dedicar á Orlando sus últimos acentos, temió que alguien pudiese notar la alusión, pero no quiso renunciar al pensamiento, y sacando los más fuertes registros y esforzando cuanto pudo su voz produciendo una verdadera tempestad con las notas para po- der decir á cualquiera: «V. no entendería bien en la tormenta» concluyó su canto, diciendo: que la portezuela de la jaula había caído impensadamente cazando la uña del ave que no quería per- der su libertad, y que quedó tan cautiva, como si fuera la uña, hubiera quedado dentro el corazón. Un momento pudieron hablarse solos, y no tuvieron que decir- se más que estas palabras: —La ley prohibe, en nuestro caso, dos pájaros en una jaula. Será preciso, Palmira, soltéis al que sólo quiso poner la uña, para que vuele por los aires... aunque sea sin corazón. -Y el que vuela libre por los aires —contestó ella con mirada de serpiente que fascina al pajarillo —¿no es más ambicionado que el cautivo ya en la jaula? ¡Dar leyes al corazón!... Menos, muchisimo menos necesitaba Orlando para arrepentirse de haber ido. Era aquello salir con un hilo atado á la uña. Le permi- tiría volar sí; pero estando el otro cabo en manos de Palmira, cuan- do ella quisiera haría ovillo atrayéndolo alrededor de la jaula. No podía llevar á su casa dardo más encendido en su pecho, imagen más sugestiva en su memoria, ni saeta que mejor le atra- vesase el corazón. Poco tiempo hacía que de su padre recibiera aquellos papeles, y esta primera aventura de su juventud venía á contrariarlos en su ánimo, y á destruir lo que ya tenía edificado. 18 il Al Aa E si NE il

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