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Novela histórica 271 completo Palmira sin tanto esplendor de belleza ni de dote. Por el prisma del amor veía en su amada todas las gracias y todas las hermosuras que ciertamente no tenía; pero era correspondido en su amor, y estaba plenamente satisfecho. Orlando veía más porque amaba menos. Orlando veía á Palmi- ra corresponder á su amigo con su natural elocuencia; pero que á él al mismo tiempo le envolvía en miradas de fuego que decian mil veces más que la más elocuente palabra. Algún día no pudo ir Enrique á la acostumbrada visita, y no por eso dejó de asistir Or- lando. ¡Ah! Ir el solo en vez de los dos... esto cambiaba entera- mente la decoración; esto armonizaba más, ponía más acordes la mirada y la palabra de Palmira. Aquella sirena daba á su voz in- flexiones de canto que hubiera llamado mar adentro al más des- cuidado que la oyera desde la playa. Orlando sentía necesidad de escucharla, y á pesar de cuanto amaba á su amigo, se alegró cuando al llegar, la baronesa le dijo había recibido billete de Enri- que anunciándole que por aquella noche su papá le tenía ocupado, siéndole imposible el ir. Ella se sentó al piano, y sin el inconveniente ruboroso de lo directo, caldeaba entonces la atmósfera con palabra encendida, con canto de fuego, arrancando á las teclas sus más agudas notas, y clavando ella la mirada al aire como si no tuviese objeto deter- minado en que fijarse, cual si se tratara de candorosa colegiala, como si fuese una diva inocente que se ensaya por primera vez para el teatro, Orlando se explicaba entonces que su amigo enloqueciera. El mismo se sentía cada vez más invadido, afectado y cuutivo de aquellas corrientes eléctricas y arrullos de amor. Cuando Palmira dejó el piano cambió un beso con su mamá, acarició las mejillas de su papá, humedecidas siempre cuando ella cantaba, y después saludó á Orlando con una ligera y monísima inclinación de cabeza. El pensaba que á la vez que con los ojos le diría: sé que lo entiendes que todo iba dirigido á tí y él lo espera- ba así para agradecerlo, Pero ella, inocentísima, después de ocul- tar su mirada y sentarse, levantó los ojos y encontró sorprendidos los de Orlando. Era todo lo que buscaba. Cierto que no le cabía duda de que Orlando también la amaba, pero ella quería sorprenderse ante lo

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