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Novela histórica 261 ne oidos para todas mis vueltas. ¿Crees que es decoroso para mí vivir así? —Verás como desde mañana tienes más libertad. —PFuera bueno que también mamá viniese con nosotros, par que yo llevase amordazada la boca todo el camino. ¡Ah! ¡cuánto siento no haber tenido un poco más de espera y calma para no en- gañarme, para acabar con un segundo golpe lo que no acabó el primero! Estaba así evitado el viaje. Todo esto lo dijo Raquel con énfasis y recalcando las palabras. El General no sabía á qué podía referirse, ignoraba lo sucedi- do en Bayona, y no era fácil adivinar el pensamiento. Ascuas de fuego teuía Raquel en su pecho, y su cabeza era un horno encendido. Sentía incendiadas todas sus facultades, y la imaginación exaltada le hacia volar por todo lo posible é impo- sible. Convencida de que no había de tener ocasión de hablar con Orlando antes de la marcha, ó que si la tenía había de frustrarla su mamá, optó por enviarle inmediatamente este billetito: Orlan- do, me has ocultado tu viaje hasta Bayona. Irá Bayona y ocultar- me el proyecto, es algo más que ir á N... Por tanto, cuéntame co- mo compañera de viaje. No te vayas sin mí porque llegaré á Ba- yona ó á N... en'el tren siguiente. Tu papá lo sabe y ya está con forme en que vaya con vosotros. Contéstame que me prepare. Orlando se estremeció ante la determinación de Raquel. Des- pachó á Eisenach con orden de avisar á la camarera que pronto iría la contestación para la señorita, y que él volviese á recibirla dentro de una hora. Cuando Raquel leyó la contestación besó el papel hasta humede- cerlo con su boca y regarlo con sus ojos. Era la primera carta de amor que recibía de Orlando. El libro y el otro escrito, lo había roto. Era doctrina, y no de su gusto. Este se lo guardó para leerlo cien mil veces, Orlando la preparaba para que le fuese menos dolorosa la re- donda negativa que debía darla, pues no sólo quería dejarla quieta en Berlín, si no la seguridad de que no se movería de casa en los diez ó doce días de. su ausencia. Te doy palabra—le decía tam- bién—de que antes de acostarme hablaré á solas contigo. Nada prepares hasta entonces.

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