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246 Equi vocación... para dejar el catolicismo está Dios de por medio que lo prohibe, y á Dios debo obedecer antes que á mi padre. —Sé que no podré contigo; pero que te conste que me quitas la vida que me diste en el campo de batalla. No te pido más con- sideración por mí. La ofreceré gustoso por tu felicidad. Ojalá seas feliz. —Yo no acepto el sacrificio de tu vida, papá. Te he hicho que hay medios para detener ciertas muertes, y yo trabajaré con todas mis fuerzas para alejar de tí la que te amenaza. Pero no cederé ni un palmo ante la logia por consideración ó temor á ella, porque ese cobarde temor, ese indigno respeto, remuerde atrozmente mi conciencia, y á mi conciencia la aprecio sobre mi vida. El General, hechizado por tanto heroismo, tanto como confun- dido por su propia historia, lleno de veneración abrazó á su hijo amorosamente, diciéndole: perdóname, hijo mío, no soy digno de ser tu... La emoción que estas palabras causaron á Orlando embargó su voz. No obstante, reaccionó para contestarle: á otro, papá antes que á mi, y más gravemente que á mí, has ofendido. Pero que está también pronto á perdonarte misericordiosamente, Sh Pasos precipitados se sentían en dirección á la puerta. Quien los producía indudablemente venía de buscar al General y, no encontrándole, llamaba en la puerta de Orlando, Luego, y con impaciencia, repitió dos veces el golpe. (General, General —gritaba Martina desde fuera porque la puerta estaba cerrada—ven, ven pronto, Raquel se nos muere. Hereford se acercó á la puerta, abrió, y vió á Martina que sin de- tenerse á dar una explicación, se marchaba diciéndole que la si- guiese. El General estaba demasiadamente postrado para hacer frente á todo lo que pudiera suceder y seguir recibiendo impresio- nes. Desde la puerta y sin moverse, dirigió una mirada suplicante á Orlando como queriéndole decir: «ya ves que no estoy para na- da». Orlando le comprendió así, y sin más palabra, pero pensando que alguna otra desagradable escena habría tenido lugar con Ra- quel, apresuró el paso en seguimiento de Martina, alcanzándola antes de llegar á la habitación de su hermana. Ya desde allí se oyó nombrar por Raquel, pues á Orlando y no al General llamaba, Martina al fijarse que era 6l, se detuvo, dejándolo entrar solo.
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