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Novela histórica 237 rra, arrojarse al suelo, le parecía tan innoble, como cristiano y humilde le había parecido arrodillarse para el caso de tener que pedir perdón. Se acercó á una butaca buscando los brazos para apoyar los suyos y llorar. Aquello no era un inmediatamente re- tractarse. Su padre que hasta entonces había permanecido sentado, al ver la intención se levantó, y como poseido ya de un mal espí- ritu y agitado horriblemente por su mala conciencia, dió con el pie un violento empuje á la butaca, y de retroceso hirió con la es- puela y ensangrentó la mano de Orlando. Este la ocultó para que su padre no viese la sangre, pero inevitablemente la mano dejaba gotas en igual dirección. El General, al ver la sangre, se cegó; des- envainó la espada que antes se había ceñido pensando tendría algún duelo á muerte con su arrogante hijo, y aún viendo que Or- lando no se defendía ni podía defenderse perdida la mano derecha por salvar á él la vida, él, lejos de envainar la espuda, hubiera querido atravesársela si el acto no tuviera más transcendencia que dejarlo allí muerto. Así mismo le parecía que era más fácil clavár- sela que sostener aquella horrible situación con la tensión de su espíritu. Dió una vuelta á la sala como fuera de sí, taconeando es- trepitosamente, y como quien toma una resolución extrema, vol- vió á Orlando en actitud furiosa, exigiéndole una retractación en toda forma. El pensaba con eso conjurar las amenazas de la logia. Orlando miró á su padre, y por no verle con la espada aún en la mano, pues sólo su vista le hería atrozmente el corazón, apoyó otra vez la frente en su mano prometiendo á su padre retractarse de todo lo malo, pero preguntándole de qué se había de retractar. Que respecto á eso de su matrimonio... acaso mamá... pero que él no debía dar explicaciones á todos, y á él se las daría ahora. —No quiero saber nada de tu matrimonio —interrumpió Here- ford—es lo que menos me importa, y calla. —Yo sólo prometí al Cardenal vencer las dificultades que bue- namente pudiera sin perjudicar á nadie y casarme con ella; cosa que hasta entonces jamás hubiera querido ni pensarlo. -No es ese el oculto matrimonio á que yo me refiero, y su re- tratación me importa menos. La retractación que exijo es del cato- licismo, porque eso es lo que nos ha traído á casa el malestar y la discordia hasta la muerte. al E 1] h AIN > Ea

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