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Novela histórica 235 mente á la conciencia, tanto si están en pró de su rectitud como si están en contra de ella. Raquel no sabía nada de esto. Se hubiera vuelto loca. Estaba sí convencida del amor de hermano, bien dife- rente, á su pesar, del amor puro. Tampoco Orlando se daba cuenta exacta de lo mucho que ama- ba. Sentía crecer, crecer cada vez más esa afección amorosa, pero él mismo ignoraba aleanzase ya tan alto grado aquel amor. Le hu- biera sido ya violento dejar de casarse con Raquel. Y cuanto más recordaba y reflexionaba lo que ella había hecho por él, sentía más reproducirse en su corazón el efecto que se produce en el fue- go añadiéndole carbones, Un momento lo consideraba negro, ho- rrible, y luego no veía sino el fuego creciendo más activo, la lla- ma levantándose más esplendorosa, Sobre todo haber salido furti- vamente de casa, entrado en la biblioteca y haber comprado un catecismo por él, le parecía esto un sacrificio grande como todos los que él había hecho por Dios. Asi con estos pensamientos y afectos se retiraba Orlando de la mesa, en que había quedado solitario; y tan abstraído y absorto llegó á su dormitorio, que al pronto, á pesar de la luz encendida, no reparó que su papá estaba dentro sentado esperándole. —Papá...—dijo sorprendido—dispensa. No sabía me esperases acá, Cómo no me has llamado... —En verdad, creía subirías antes. 4 buscarme en mi cuarto y viendo que no venías... —Has venido tú. Vamos, vamos á tu cuarto —decía Orlando to- mando la luz. —No. Ya estamos aqui mejor. Cierra, cierra bien la puerta. Quisiera no nos oyese ni el cielo. Hereford tenía una severidad en el rostro, espantosa, cual ja- más la había mostrado. —Ne sé qué siento, papá,—dijo Urlando al cerrar la puerta por dentro y quedándose derecho frente á su padre sentado.—¡Oh! A pesar de las ansias que tenía de que llegase este momento, de que me hablases confiadamente en conversación privada, siento que la angustia se apodera de mi corazón y me lo oprime y me lo prensa. No se qué presiento viéndote así. —¡Ah! presientes, lo que presiente el criminal ante la justicia, lo que teme el reo ante el juez.
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